Lleva 30 años presidiendo la Asociación Católica Internacional al Servicio de la Juventud Femenina, más conocida por sus siglas, ACISJF, dedicada a ayudar a mujeres con problemas. Corazón Rosado es cristiana y católica practicante. Su devoción a la patrona, la Virgen de la Montaña, va más allá de una mera tradición cacereña.

--¿Qué recuerdos guarda se su infancia junto a la patrona?

--Todo Cáceres, independientemente de la condición económica, social, edad o circunstancia, iba a verla. Yo la conocí en mi casa porque mi madre era muy devota. Pero entonces no hacía falta que te lo inculcaran en casa porque era y es una tradición cacereña. Todos hablaban de ella: los que trabajaban en mi casa, la vecina de al lado, hasta el del quiosco de las pipas me enseñó a ser devota. Solíamos subir a la montaña a verla durante el año. Y en el novenario íbamos a esperarla a Concejo en procesión.

--¿Qué cree que mantiene viva esta tradición?

--La fe mueve montañas. He escuchado a mucha gente comentar que la Virgen le ha ayudado a superar grandes desgracias, que te concede cosas y te atiende. También perdura porque es una tradición familiar, que pasa de padres a hijos.

--¿Va a ver a la patrona cuando está en Santa María?

--Sí, siempre voy todos los días pero no por tradición sino porque me gusta ir. Yo siento una gran devoción hacia ella, pero una devoción religiosa, que va más allá de la tradición. Aunque hay que respetarlo todo, aquí la Virgen es muy especial.

--¿Cuándo va a ver a la Virgen, cumple algún ritual?

--No, ninguno. Suelo ir a la concatedral de Santa María a rezar durante el novenario y a contemplar a las personas que hay alrededor que se asombran con la patrona y sus mantos.

--¿Le hace promesas?

--De momento ninguna. No hago promesas de este tipo. Las promesas las dejo para los hombres.