La voz de Angelete suena animada a través del teléfono. Está ingresado en una clínica madrileña tras haber sufrido una cogida en Las Ventas el pasado viernes. Doce centímetros de una cornada limpia han echado por tierra su ilusión de triunfar en la plaza donde toreaba por primera vez.

"Estaba andando bien con el toro, pero me echó mano", explica el novillero cacereño con un sonido que transmite la desilusión por la oportunidad perdida. En la habitación desde la que habla con este diario está acompañado por su familia, miembros de la cuadrilla y el matador Julio Aparicio. "Perdí el conocimiento cuando me llevaron a la enfermería de la plaza", recuerda cuando es preguntado por los momentos posteriores a la cogida. Afirma que ha pasado mala noche y muestra sus ganas de volver cuanto a los ruedos: "El médico no me ha dicho nada, pero me voy a Cáceres a recuperarme".

La trayectoria de Angelete iba viento en popa tras la buena faena que ofreció al público cacereño en las pasadas ferias de mayo. Sólo le faltó rematar con la espada en aquella ocasión. Ahora, tras el pinchazo en las Ventas, se muestra esperanzado en recuperarse de sus heridas.

El toro le ha dañado el cuadríceps y le ha dejado una marca que ya nunca olvidará. Aquella noche del 9 de julio en Las Ventas a la que dice estar dispuesto a volver cuando le den de nuevo una oportunidad. La grandeza y la miseria de los aspirantes a ser toreros algún día queda patente en sus palabras: "Me acerqué un poco más porque el animal era noble y daba juego".

Un toro con clase

Angelete recuerda entonces que le había pegado varios pases al astado. Poco después llegó la cornada. Dice sentir molestias por la herida y no olvida el trabajo hecho para poder llegar a la cita de Madrid.

Las veladas taurinas en la plaza madrileña tienen como fin poner a prueba a novilleros. Todos arriesgan lo máximo porque saben que un triunfo les catapulta a lo más alto. Angelete apostó por buscar la suerte y no la encontró. Ahora sueña en la cama de una clínica con volver a dar los muletazos que le quitó, una noche de verano, una mala cornada.