Santi Senso no es un actor al uso. Siempre rompe moldes camino de una creatividad que realmente lleva dentro, que le sale a borbotones. Artista rebelde, indómito, emocional..., suscita sensaciones que nunca dejan indiferente al público. Con una amplia mochila profesional a sus espaldas, cargada ya de medio centenar de trabajos en el cine, la televisión y el teatro, dará vida a Jesucristo en la 3ª edición de la Pasión Viviente de Cáceres (2 de abril de 2020).

--Lo cierto es que interpretará a uno de los personajes más rebeldes, inconformistas y revolucionarios de la historia...

--Sí, y además voy a interpretar una de las partes emocionales que me caracterizan. Santi Senso también tiene esa parte de orador, que siente que el mundo lo abraza y lo respeta, esa locura linda que lo habita. Pero no soy provocador, porque entonces estaría buscando reacciones en las personas, y eso me frustraría. Soy yo mismo, auténtico, genuino.... Esa oratoria de Jesucristo, provocadora para sus tiempos, que hacía desde un inconsciente, pero sí con una conciencia, la tengo y la acepto. Soy impulsivo, visceral, mi oratoria causa una catarsis, pero soy responsable del legado que dejo.

--¿Los rasgos de Jesucristo que más valora?

--Precisamente esa oratoria poderosa: no hacía nada para llamar la atención, y por eso llamaba la atención. Porque cuando uno es único y genuino, no lo busca, pero le ocurre. Me pasaba desde pequeño en el colegio Diocesano, yo no hacía las cosas para llamar la atención pero me ocurría, y me sigue pasando. No impongo, propongo, me sale solo. Jesucristo no se juzga, no controla, no manipula lo que siente y le sale su oratoria desde el amor. Eso me parece muy importante, es otra de las cosas que comparto: todo lo hago con, para y desde el amor, trato de hacer esta apología en mi día a día. Y ello por mucho que el amor también genere terror, como le ocurrió a Jesucristo.

--¿Tiene un sentimiento religioso pronunciado?

--Creo en las personas, sin importarme en qué dios crean ellas. Es un sentimiento muy fuerte. Siempre que voy a Latinoamérica estoy con comunidades indígenas, he vivido a su lado, y su divinidad está en la tierra, en el agua... Mi espiritualidad la encuentro en las personas que tienen esa fe, y no voy a juzgar la fe, ni la mía, ni la de nadie.

--¿Cómo le llegó la propuesta?

--No soy de las personas que esperan a que vengan las cosas, no soy de los artistas que siempre dicen que les han ofrecido un papel. Cuando deseo algo, lo propongo. Fui yo el que llamé a las cofradías porque creo que tengo algo genuino que aportar. Me gusta ser honesto y lo digo. Necesitaba formar parte de la Pasión Viviente, siento ese impulso.

--¿Cómo va a preparar la interpretación? Realmente, caracterización no necesitará mucha...

--La Pasión Viviente se prepara durante mes y medio aproximadamente. A nivel físico dicen que tengo ese perfil, pero también hay una caracterización emocional con la que ya estoy muy conectado: esta espiritualidad, este misticismo que siento es único, ni parecido ni igual que ‘otros Jesucristos’ que se hayan interpretado. Además, voy a embriagarme de lo que se vive fuera de mí, de escuchar a todos los actores y actrices que me acompañarán, pero también del público, de sus miradas, porque el director me ha adelantado la fuerza de esas miradas cuando contemplan la obra. La gran mayoría tienen fe, están recreando aquella situación. De hecho yo no suelo ensayar, soy lo que me dan los espectadores, la catarsis con sus emociones.

-Santi Senso ha actuado en muchos escenarios, pero éste desde luego es excepcional...

--Estoy mimetizado con la parte antigua, no solo por su estética o su arquitectura, sino por su energía. He actuado en ella muchas veces, sobre todo con el Festival de Teatro Clásico, pero además allí viví mi primer rodaje: ‘1492: la conquista del paraíso’, de Ridley Scott. Yo hacía de niño del pueblo y aquella Ciudad Monumental ambientada se metió para siempre en mi vida: sus olores, el sonido, el vestuario... Por eso me atrae tanto representar la Pasión Viviente en un entorno que me transporta. Esa energía, esas piedras...

--Precisamente este patrimonio histórico le da gran parte de su valor a la Semana Santa. ¿La sigue?

--Tengo algo muy fuerte con la Semana Santa no solo en lo espiritual, sino en lo terrenal: la fe de las personas, la emoción, el canto, el fervor... Primero porque he sido educado en el Diocesano, pero además he estado muchos años en la iglesia de Guadalupe, en mi barrio, Hispanoamérica. Los niños nos involucrábamos con la parroquia, hacíamos campamentos, teatro, conciertos para las ONGS y la guerra de los Balcanes... En Semana Santa organizábamos los preparativos en la iglesia, nos íbamos de acampada y luego todos juntos a las procesiones, pero no de forma obligada. Me embriagaban los olores, las sensaciones... Por ello, independientemente de la religión, estoy muy conectado con el ritual, con la ceremonia, con la convivencia, y con el compartir. Es la celebración de la comunidad, algo que por ejemplo no han perdido los pueblos indígenas.

--Viaja por medio mundo pero resulta evidente que le motiva actuar en Cáceres...

--Sí, por eso cuando no me llaman, llamo yo. No me gusta el egocentrismo en ninguna profesión. De todos modos nunca me he ido de Extremadura, otra cosa son los viajes, y allá donde voy digo que soy de Cáceres, de Extremadura, y en todas las obras que escribo hablo de sus cantos, su gastronomía, sus tradiciones... Me parece la forma más honesta de compartir lo que sigo mamando, porque me sigo alimentando de Extremadura.

-¿Proyectos entre manos?

--Estoy escribiendo una obra sobre Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Me siento conectado a las personas enlazadas con la divinidad. En enero estrenaré en Madrid una nueva obra, ‘El holocausto del amor’ y sigo de gira por España y Latinoamericana, trabajando en cine y en teatro.