Pocas instituciones pueden vanagloriarse de mantenerse durante más de 2.000 años con una sede en cada pueblo y seguir con la sartén por el mango pase lo que pase, con o sin crisis. Las parroquias de Cáceres, que suman 14 en total, luchan por capear el temporal de la mejor manera posible y sobreviven a base de las donaciones y cuotas de sus fieles. Así lo afirman los cuatro párrocos consultados, quienes sostienen que a pesar de que el aumento de personas con necesidades es mucho mayor que años atrás, la solidaridad y el buen hacer de los religiosos equilibran la balanza hacia el lado positivo.

Una de las principales fuentes de financiación que tienen las iglesias procede del dinero depositado en el cepillo durante la celebración de la Eucaristía. Si hace unos años todos los feligreses aportaban una pequeña cantidad cuando se pasaba la cesta, la tendencia fue cayendo motivada porque muchas familias optaron por evitar gastos superfluos. Sin embargo, en las sedes cacereñas la disminución no ha sido del todo drástica y, aunque los religiosos reconocen que ahora se recauda menos, destacan que la generosidad a la hora de colaborar con las entidades benéficas no ha sufrido variación.

En este sentido, la partida de gastos destinada a colaborar con la obra social se ha visto incrementada en relación a el aumento de las solicitudes de ayuda por parte de los ciudadanos en apuros. En concreto, Cáritas Diocesana de Coria-Cáceres atendió el año pasado a 2.612 personas con dificultades económicas, un 20% más que en el año 2011.

LAS CUENTAS Hoy en día, las parroquias conocen en primera persona la precariedad económica por la que están pasando numeras familias en la ciudad. De hecho, los administradores de los templos tienen que lidiar a diario para que sus cuentas cuadren entre la cuantía que se destina a los gastos básicos de mantenimiento y la que se incluye en el apartado de proyectos sociales. Tampoco hay que olvidarse de aquellas que en la actualidad están hipotecadas y tienen que hacer un desembolso mensual obligado, que en algunos caso alcanza los 5.000 euros.

A pesar de esta circunstancia, los párrocos advierten que la prioridad es hacer frente a las necesidades de los fieles y, si luego queda algo para comprar un cáliz o renovar los bancos, adelante. Pero no es nada habitual.

LOS ROBOS Por otra parte, en los medios de comunicación, a nivel nacional, no cesan las noticias sobre los robos en las iglesias, ya sea porque los amigos de lo ajeno cogen 'sin avisar' la recaudación de los cepillos o cualquier otro objeto de valor. Sin ir más lejos no es difícil recordar el caso de ladrón del Códice Calixtino de la catedral de Santiago.

En Cáceres, y mejor será no decirlo muy alto, las informaciones sobre los hurtos no aparecen últimamente en las páginas de los diarios. Además, los párrocos consideran que las parroquias son lugares seguros y hace tiempo que no se ven sorprendidas por los cacos de turno.