Nos hemos convertido en Chicotes», palabras textuales de una funámbula (funambulera a pie de calle), de ésta, nuestra ciudad. Y es cierto, porque hemos pasado de la opinión personal a la crítica-condena digital en menos de lo que canta un gallo. No está mal en cuanto la libertad de expresión pasa de un segundo grado familiar a uno local, pero hay veces que se nos va de las manos.

Nos complicamos la vida puntuando cada «experiencia» (sí, vamos a llamarlo así), fotografiando cada plato servido, cada trato con el camarero de turno, así como las conversaciones mantenidas en el momento, haciendo del instante una crónica nacional de extrarradio, creyéndonos masterchefs del menú del día.

«Críticos, vivís de mí», decía Ionesco entre cuestionarios de la época; y a día de hoy repetimos la vivencia, con cámaras y testigos «made in China» condenando o expiando las faltas ajenas como si fuese de importancia extrema, y la vida se nos fuera en ello. De un tiempo a esta parte, tenemos un segundo empleo -no remunerado- que es el de colocar estrellas de papel maché a negocios por los que pasamos. Es curioso, porque esto a lo que en su día llamábamos recomendaciones de «el boca a boca», ha adquirido una importancia sinsentido. Parece que publicar en la red una opinión sobre un negocio (seas quien seas, y sea el negocio el que sea), te convierte en miembro honorífico de los críticos más reconocidos del lugar. Y esto implica que tus palabras, pasan a formar parte de un archivo en el que -independientemente a lo que uno se dedique- se está dando por válido el criterio de quien lo hace, por encima de aquel que no. No por derecho propio, ni por falta de capacidad adquirida; en la mayoría de los casos se debe a una falta de acceso a la tecnología, que limita la posibilidad de voto al que se ha ganado por experiencia un puesto en el jurado de la crítica/puntuación de turno. Volvamos al boca a boca, sin velocidad de subida o descarga; y los que vengan a descubrir las llamadas «experiencias», que lo hagan sin valoraciones ni prejuicios publicados. Volvamos al «¿dónde podemos ir?», de a pie de calle, con sus respuestas 100% reales sin coacciones, ni promociones pagadas, ni «endoser» limitadores de la opinión en sí.