"Mi historia es una historia normalita de alguien que vive en la calle", dice nuestro protagonista, un residente del albergue que Cáritas tiene junto a Renfe. El prefiere que su nombre no trascienda. Trabajaba en la hostelería y conoció a una chica francesa. Cuando ella volvió a Francia, a finales de los 80, se fue con ella. Se casaron y tuvieron dos niñas. Pero la falta de trabajo y la mala adaptación a otro país le llevaron a beber. La convivencia se deterioró y ella pidió el divorcio.

Cuando volvió a España, ya nada fue igual. "Encontré trabajo en una cafetería, pero lo perdí por la bebida". Y a partir de ahí, de un sitio a otro: Barcelona, Lérida, Zaragoza, Huesca, Teruel... Aunque encontró algún empleo puntual, acabó por desistir. "Ya no pedía trabajo porque daba por supuesto que no me lo iban a dar por las circunstancias en las que estaba por el alcohol", dice.

Después de muchas peripecias llegó a Cáceres. El comedor social que regentan las Hermanas de la Caridad fue una razón para quedarse. Vivía en una casa abandonada. Pero pasaba el tiempo. "Y yo veía que me iba deteriorando más. Llegué a la conclusión de que tenía que hacer algo". Nuestro protagonista se dirigió al albergue y le dijo a la coordinadora que quería salir de la calle y del alcohol. Empezó un tratamiento y ahora, un año después, no ha vuelto a beber, ha engordado y piensa en el futuro: "A ver si me ayudan a encontrar un empleo, buscar una habitación y empezar otra vez".

El albergue de Cáritas es el único con alojamiento y manutención que hay en la ciudad. Su coordinadora, Inmaculada Godoy, confirma que la historia de nuestro protagonista es muy común entre las personas que pasan por el centro. "Son edades en las que aún tienen la capacidad de reactivar su vida --comenta--, y sin embargo, una ruptura matrimonial o un momento traumático, pueden desorientarles y llevarles al alcohol o las drogas".

El centro tiene 16 plazas y en 2007 acogió a 719 personas, lo que supone una ocupación media de 6 días por persona. "No necesitamos un centro con más plazas, --dice su coordinadora-- pero sí donde podamos ofrecer mayor calidad en los servicios".

Su financiación corre a cargo de Cáritas, el ayuntamiento y la Junta. Los acogidos tienen que valerse por sí mismos para las actividades cotidianas "y colaborar en la limpieza, que es lo único que se les exige". No obstante, los criterios de acceso tampoco son algo rígido. "Se trata de hablar con ellos y llegar a acuerdos", subraya Godoy, que recuerda que el centro, atendido por seis monitores y la coordinadora, tiene sus limitaciones.

Vivir en la calle

Para la coordinadora, el objetivo último de su trabajo es que la persona pueda rehacer su vida sin fijarse limitaciones de tiempo. "Trabajamos por objetivos, no por tiempo. Consensuamos con la persona cuál va a ser el objetivo en Cáceres y hasta que no lo cumplimos no damos por finalizada la intervención".

Sobre el tópico de que hay personas que optan por ese tipo de vida, Godoy tiene sus dudas. "Nadie que tenga todas sus facultades quiere estar en la calle". Para la coordinadora, hay casos evidentes de trastornos o adicciones que empujan a esta vida.

La otra pata de la asistencia directa es la que dan las Hermanas de la Caridad en el comedor que gestionan en Adarve del Cristo. Funciona desde 1989. Sor María Luisa explica que comen allí "unas 30 personas de promedio". En el 2007 pasaron más de 5.000.

Quienes se acercan, tienen un plato de comida y un bocadillo para la cena; pueden coger ropa y asearse si lo desean. Una máxima de las hermanas es el respeto: "No obligamos a nadie a que se asee". Y añade que "no preguntamos de dónde vienen ni por qué. No indagamos".

Respecto al tipo de personas que acuden al comedor, sor María Luisa dice que "hay pocas de paso, casi todas están establecidas en Cáceres. Algunas desaparecen un tiempo y vuelven, pero lo normal es que venga gente que está aquí en la ciudad". La mayoría son hombres.

Atienden el comedor 5 o 6 hermanas y voluntarios. Pese a la ayuda municipal y a lo que pone la propia orden, toda ayuda es bienvenida: comida o ropa usada en buenas condiciones.