Victoriano Barriga tiene 58 años, mujer y dos hijos de 27 y 30 años. Vive en Navas del Madroño y cada mañana se levanta para ir a trabajar a Cáceres. Lleva conduciendo desde los 21 años, primero un camión y desde 1991 un autobús urbano. El pasado martes se empotró contra una rotonda en Hernán Cortés tras sufrir un desvanecimiento mientras trasladaba a 15 viajeros de la línea 9 entre Cáceres El Viejo y Macondo.

Pudo ser una tragedia pero, afortunadamente, todo quedó en un gran susto. El conductor descansaba ayer en la casa familiar, aún nervioso y sin apenas haber dormido. Estuvo ocho horas ingresado el martes hasta que le dieron el alta. Ya está de baja y no sabe si podrá reincorporarse a su puesto de trabajo. Ha pedido cita con el cardiólogo y el otorrino para que intenten determinar las causas del desvanecimiento que sufrió al volante pasada la una de la tarde. Era el octavo viaje que realizaba esa mañana en el mismo trayecto. Llevaba trabajando desde las siete y había desayunado a las 11, tras tomarse el primer café en casa. Ayer apenas recordaba lo que ocurrió ni cómo perdió el control del vehículo, que empezó a arder por la parte trasera tras chocar con un seto y en el que los viajeros vivieron momentos de pánico al no poder abrir las puertas porque el conductor quedó inconsciente. "Me dio una bajada de tensión. Nunca me había pasado nada parecido. Recuerdo que la médica decía en la ambulancia que me metieran líquido, que no me iba", aseguraba Barriga, que lleva seis años haciendo la misma línea del bus urbano.

CON LA MENTE EN BLANCO

De los momentos previos al accidente recuerda que recogió a varios pasajeros en la plaza de toros y recorrió la ronda de Hernán Cortés hasta que cruzó en verde el semáforo del cruce con José Luis Cotallo. No recuerda absolutamente nada de los 100 metros siguientes en los que se saltó un semáforo de la avenida, chocó con las vallas de la acera del centro salud Zona Centro y dio un volantazo hasta invadir la rotonda. "Me vi en la ambulancia. Nada más, no recuerdo nada más", decía con gesto de preocupación.

De los gritos de los pasajeros para que abriera las puertas y del humo que envolvió la parte trasera, tampoco. Antes del siniestro no había sentido nada extraño. Había cumplido con la rutina de hacer un descanso a media mañana. Cuando recobró el conocimiento en la ambulancia su primera preocupación fueron los viajeros: "Me puse muy nervioso porque no sabía qué les había pasado. En ese momento me preocupaba más su salud que la mía", afirmaba un día después a punto de llorar.

En el hospital coincidió con la conductora que tuvo que esquivar el bus para no chocar con él. "Fue muy amable. Me dijo que había caído sobre el volante", afirma este empleado de Subus que, hasta el pasado martes, nunca había sufrido un percance desde que trabaja en la compañía. El conductor sí recuerda que esa mañana había bromeado con algunos viajeros porque se había cortado el pelo. A muchos, aunque no les conozca por el nombre, les ve cada día subir al autobús.

Preguntado por si el vehículo llevaba los martillos que algunos pasajeros que iban en el bus aseguraron no haber visto, Barriga respondió que "eso es responsabilidad de la empresa" y añadió que no sabía si el que él conducía los tenía. "La gente se los lleva", se limitó a decir. Lo que sí dijo es que dentro había un extintor y precisó que él abre las puertas utilizando tres botones, uno para cada una, situados a la izquierda del puesto de conductor.

A falta de lo que digan los médicos y tras recibir llamadas de ánimo de sus compañeros, el conductor indicó ayer que "todavía es pronto" para saber si podrá volver a coger otra vez un volante, aunque añadió que, "si se encuentra bien", lo haría. "Si no, me quedo en mi casa y ya está", subrayó. A Victoriano Barriga le gusta el campo. Tiene un huerto y animales en una parcela cerca de casa que le servirán para olvidar el peor momento de su vida.