Periodista

La vieja sede de la Comandancia de la Guardia Civil es todo un poema. Pocos edificios del casco cacereño ofrecen una visión tan lamentable como la de este ruinoso cuartel. Al menos 50 agentes trabajan a diario en este caserón, cuyos cimientos se resienten en cada acometida de las máquinas que trabajan en el solar contiguo. Entretanto, a los pies de la N-521, la nueva Comandancia sigue sin estar operativa, a pesar de haber sido inaugurada y presentada a bombo y platillo.

No se entiende qué hacen aún los guardias civiles en unas dependencias que, como los técnicos han apostillado, la única salida es el derribo, donde se califican de fisuras auténticas grietas y no se entiende cómo se inaugura algo que no está listo para su inmediata puesta en funcionamiento. Y mientras algunos mandos intermedios utilizan las casas cuarteles de la provincia para sus propios menesteres, tal como denuncian agentes sobre los que siempre pesa la amenaza de sanción, otros padecen la incomprensión de altos mandos, muy alejados de los problemas comunes de la plantilla. Que en el cuerpo haya quien no pudiera acceder al voto el 25-M o que el cobro de la paga extra por trabajar ese día se retrasara más de lo deseable, es señal de que nuestra Benemérita no aprueba la asignatura en materia laboral por mucho que repita curso. La Guardia Civil de Cáceres tiene la fortuna de contar ahora con unas instalaciones que en muy pocas ocasiones han tenido. Ahora sólo falta sacarles el mayor partido posible, cosa que, de momento, no se ha hecho. Esperemos que esa vieja comandancia y todo lo que ella supone pase ya a la historia.