Pepi Pérez, de Cáceres, y Francisco Jiménez, de Trujillo, se conocieron hace nueve años en una fiesta de singles que organizó la asociación de solteros, separados y viudos. «Allí no íbamos con el ánimo de ligar», dice Pepi mientras se le escapa una sonrisa, «íbamos a hacer senderismo, cine, teatro...». Nos encontramos un 8 de noviembre y desde entonces hemos estado juntos. Francisco trabajaba como encargado de máquinas de carretera en una empresa francesa con la que recorrió gran parte del mundo, estuvo hasta en Argentina. Desde el primer día y hasta el último, él le puso a Pepi una alfombra roja para que jamás le faltara el amor.

«Una vez, con los singles, nos fuimos a Lisboa. En una tienda vi un perfume francés, de esos suaves... Como en marzo hago los años, él se recorrió todo Cáceres, Madrid, hasta que lo encontró en Talavera». Pepi rememora ese instante y ya no puede evitar las lágrimas. El año pasado a Francisco le detectaron una fibrosis pulmonar idiopática, una enfermedad crónica y mortal caracterizada por una disminución progresiva de la función pulmonar.

«Mi hija contactó con una científica, le dijo que los avances para frenar esta dolencia están en periodo de ensayos». Poco después al compañero sentimental de Pepi le practicaron una biopsia. «A raíz de aquello, todo empezó a complicarse». Un día Francisco se quedó sin oxígeno, entró en coma y directamente fue la UCI: 53 días. «Le hicieron una traqueotomía, le pusieron el tubo y apenas sin poder hablar me dijo que me quería, eso es lo más bonito que te puede pasar en la vida». De nuevo las lágrimas son inevitables.

«Los médicos nos dijeron varias veces que diéramos permiso para quitar el tubo, porque aquello era irreversible. ¿Pero quién tiene el valor para aceptar eso, para decir: quítale el tubo?». Cuando acabaron aquellos 53 días y recién cumplidos los 59, el 21 de junio, Francisco dijo adiós.

El paciente número 6

Enseguida Pepi saca del bolso una carta, escrita entre ella, sus hijas y Rosa, la inseparable y buena hermana de Francisco. Es conmovedora, y dice así: «La Seguridad Social en Extremadura cuenta con grandes profesionales. Tenemos un gran equipo en UCI. Hoy nuestra familia quiere dar las gracias con mayúsculas al equipo de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital San Pedro de Alcántara. Después de más de dos meses aceptando la situación, queremos que sepan que los familiares del paciente número 6 en todo momento hemos sido conscientes de la lucha, esfuerzos, profesionalidad, comprensión que nos han demostrado en 53 días luchando. Perdimos la batalla pero sabemos que la perdimos todos. Os tuvimos a nuestro lado en todos los momentos, nos acompañásteis, llorásteis con nosotros, nos dísteis una caricia tímida, cogísteis de la mano a nuestro familiar. A todas esas batas grises, malvas, blancas y verdes, gracias. Porque aún siendo vuestro trabajo nos dísteis compañía, compresión, ánimo y toda la fuerza que día a día íbamos perdiendo. Gracias».

Lee Pepi la carta y las lágrimas siguen cayendo a borbotones. Las limpia con mimo y respira hondo. Es triste y a la vez reconfortante escuchar sus sentimientos, el cariño con el que habla de ese equipo médico del hospital que tanto lucha por salvar nuestras vidas, por curarnos.

«Lo echo mucho de menos -asegura-. Mientras estábamos juntos se me murió un perro, fui a la protectora de animales y en vez de traerme un perro, me traje dos: Jack y Gala. A él no le gustaban los perros, pero de estos se encaprichó. El tiempo que Paco estuvo en la UCI los perros enfermaron tanto que pensamos que se morían. Ahora, cuando mi cuñada Rosa viene a casa, no se separan de su lado, sobre todo Jack, que siente adoración por ella».

Pepi de nuevo hace una pausa y poco después continúa su relato: «Para mí su familia es ya como mi familia y a él lo siento ahí, muy cerca de mí... Para él yo siempre estaba guapa, con bata, con rulos... Era inteligente, un lector empedernido, coqueto, no puedo olvidar su piel... Le gustaba el ajedrez y una vez jugó con Kaspárov cuando vino a Cáceres».

Entonces Pepi se queda pensativa y dice al periodista: «No te enamores nunca, ni quieras tanto, que es muy bonito pero muy duro». Francisco ya no está, pero le quedan dos botecitos de aquel perfume francés que a Pepi tanto le gustaba y que había encargado por internet para ella antes de morir.