"Estos viajes aportan unas vivencias tremendas. Nunca esperas lo que ves. Recuerdo que los alemanes atropellaron a una niña afgana y la madre pidió como compensación una bicicleta. Aquel día se fue de la base como la mujer más feliz del mundo, porque una bici supone una ayuda excepcional". Al comandante del Cimov Vicente Roselló se le agolpan las historias mientras relata su experiencia en Afganistán hace dos años, cuando viajó con los exámenes de cabo bajo el brazo hasta la primera base española, levantada a base de tiendas de campaña en pleno desierto.

"Aquello es tremendo, mucho más de lo que transmite la televisión, hay que verlo. Los niños se te echan encima para pedir comida y agua, las calles son de tierra...", recuerda. El comandante tardó dos días en llegar vía Azerbaijan con distintos transportes militares, y una vez allí tuvo que examinar a 37 soldados, muchos con diarrea y nutridos a base de comida en lata porque la tropa acababa de instalarse (hoy la base Herat está debidamente acondicionada con estructuras prefabricadas llamadas contenedores de vida ). Pese a ello, y a que las últimas clases en el desierto solían ser interrumpidas "por culebras y arañas", al final aprobaron más de la mitad.

Para el comandante, "el mejor recuerdo es sin duda la capacidad de sacrificio de Ejército y el fuerte compañerismo, acentuado en esas condiciones".