Catedrático de Sociología

A los jóvenes universitarios extremeños, como a los de otras regiones, les encanta la noche. Salen los fines de semana para estar el mayor tiempo fuera, no por hacer nada concreto, sino porque es de noche y ésta tiene de por sí para ellos un valor especial. Y salen para beber aunque, curiosamente, durante la semana estos jóvenes no son problemáticos ni conflictivos.

Viven los días laborables estudiando o trabajando con normalidad, es decir, "cumpliendo", como ellos mismos lo llaman, porque luego viene el fin de semana para "compensar". Consideran la salida nocturna como su liberación.

Muchos jóvenes gastan la mayor parte de su dinero en alcohol. No conciben un fin de semana sin una dosis abundante de alcohol como combustible. No pretenden luchar contra el mundo, sino divertirse. Los jóvenes consumen alcohol porque está de moda. Es una moda que se ha generalizado y se presenta como un rasgo de la "cultura juvenil".

RITO COLECTIVO

El alcohol es, para estos jóvenes, un rito colectivo y un factor de relación personal. Es también la llave que abre la puerta del ocio y la libertad.

Para el exdirector del Plan Nacional contra la Droga, Antonio Falcón, "el problema del alcohol está llegando a una situación de convivencia debido a la coartada de que es una bebida tradicional entre los pueblos mediterráneos, cuando la realidad es que los modelos del comportamiento relacionados con él en los sectores juveniles no tienen precedente histórico". Se ha cambiado con los años la forma de beber. Según el sociólogo Domingo Comas, de lo que se trata es de salir y de beber muy rápido para conseguir un cierto punto de ebriedad, pero siempre bajo control. Después, su objetivo es pasar la noche manteniendo la situación; es decir, de seguir con ese cierto grado de euforia que da el alcohol. Se bebe en grupo para divertirse y ser aceptado.

SIN PROYECTO

Muchos jóvenes no han encontrado un proyecto social, político o humanitario que defender y al que dedicar su tiempo libre. Y ese tiempo lo emplean en beber, sin más. "El joven actual no puede cambiar nada de esta sociedad, sólo puede consumir", confirmaba Domingo Comas, exdirector de Ayuda a la Toxicomanía de la Cruz Roja, para el que "la única forma de incorporarse a la sociedad de los mayores es la noche".

EL TREN DEL CONSUMO

Ese es el gran secreto: salir, consumir, gastar, beber, estar en determinados locales. Y así, alrededor del alcohol, se ha organizado uno de los primeros sectores económicos del país: 260.000 puntos de venta --uno por cada 150 habitantes--. 300.000 familias viviendo directamente de su producción y comercialización, y miles de millones invertidos en publicidad.

La falta de sensibilidad de los padres hacia el problema del alcohol y su excesiva tolerancia (porque ellos mismos lucharon para salir de noche) hace que se sientan incapaces de plantearle cara al problema, encontrándose cada vez más chantajeados por sus hijos. La problemática de los jóvenes y el alcohol es algo que, como las drogas, necesita de mucha interacción social y que no se arregla con un bando o una orden gubernativa.

IGUALDAD DE HORARIOS

El 53,3% se acuestan después de las cuatro de la madrugada y otro tercio se retira pasadas las dos. Los varones trasnochan más que las mujeres, un 6% más a partir de las cuatro. Sin embargo, observamos que los horarios se igualan cada vez más entre ambos géneros.

Nunca en toda la historia española ha habido una proporción tan elevada de unigénitos o de simples parejas de hermanos. Este simplicísimo dato estadístico expresa el hecho de que se trata de una generación de niños consentidos.

JUVENTUD MIMADA

Hay otras razones para tener tan mimada a esta nueva hornada de jóvenes. Algunas proceden de sus padres que fueron educados de una forma autoritaria y hasta represiva dentro de una atmósfera de forzada escasez. Muchos hacen oscilar el péndulo y orientan la educación de sus vástagos hacia el otro extremo, hacia la radical permisividad y la espléndida sobreprotección.

Los chicos se benefician gozosos de este estado de ánimo. Los jóvenes de las largas noches finisemaneras no son un suceso extravagante, sino una consecuencia natural de la sociedad adulta que los cría.