Diversos actos de vandalismo se han producido estos días que han tenido como objetivos unas muestras artísticas. Las gentes de orden, que son muchas por aquí, han puesto el grito en el cielo y reclaman vigilancia. Tienen razón, porque si la sociedad ha renunciado a educar la única solución que queda es la policía. Siempre ha habido y habrá vándalos. El gamberrismo no es cosa de nuestros días. Lo propio de estos tiempos es la generalización de ambas cosas, vandalismo y gamberrismo. Y la impunidad. Porque en otros tiempos el vandalismo era menos frecuente y la vigilancia no la llevaba a cabo sólo la policía sino todos los ciudadanos, siempre dispuestos a regañar, a reconvenir o a impedir algún acto repudiable.

Desde hace un tiempo estas conductas ciudadanas no existen. Tenemos miedo a regañar, no nos atrevemos a reconvenir públicamente y en su caso no se obtiene más que un gesto despreciativo e incluso una amenaza. Incluso la policía encuentra dificultades para actuar y sufre enfrentamientos escandalosos.

Está muy bien demandar seguridad y vigilancia, pero debe saberse que es imposible salvaguardar todas y cada una de las piezas expuestas, que no hay erario público que pueda soportar un exagerado cuerpo policial y que los bienes públicos deben ser cuidados por los propios ciudadanos. De manera que o caminamos hacia un estado policial o educamos. Pero quede claro que lo que sucede se debe a un fracaso educativo de todos, aunque quienes más responsabilidades tienen deben cargar con más culpabilidad.

Habrá que estudiar el camino que se ha recorrido hasta haber perdido el respeto hacia uno mismo y como consecuencia el respeto a todo lo demás. A las personas y a las cosas.