Kirguistán es un país asiático, pequeño y montañoso. Se encuentra situado entre China, Kazajistán, Tayikistán y Uzbekistán y hasta 1991 formó parte de la Unión Soviética. Hay poco lugares en el mundo, además, más alejados de la costa. Y en su territorio alberga parte de la cordillera del Palmir, un sistema con cinco siete miles, los antiguos cinco siete miles de la URSS. Entre ellos se encuentra el pico Lenin. "Es una montaña clásica. Bastante conocida. No hemos ido a explorar nada nuevo", explica Carlos Rovira, montañero cacereño que, junto a su compañero David Higueras, ambos cacereños, intentaron coronarla el pasado julio.

Ambos, Caros y David, afrontaron el proyecto con un doble propósito. Primero, el solidario. "Teníamos un objetivo, que era el de recaudar dinero para la Asociación de Fibromialgia de Extremadura (Afibroex). Y hemos conseguido cerca de 5.000 euros", cuenta Carlos. El segundo, el deportivo. Coronar el pico. No lo consiguieron. La montaña, dice, los echó. Aunque el objetivo importante sí lo cumplieron. "Queríamos vincular el paradigma del esfuerzo y del compromiso de los alpinistas con el que hace una persona con fibromialgia para vivir".

La idea les surgió en octubre. Ellos, profesores de profesión (dan clase en el instituto Al Qázares) y alpinistas de corazón, utilizarían la montaña con fines solidarios. Eligieron el Lenin y se pusieron manos a la obra. "A mí me gusta más la bici como preparación de la base de resistencia orgánica. David prefiere correr", sostiene Rovira. Pero no son profesionales. Sus trabajos y familias ocupan gran parte de su tiempo y el entrenamiento se resiente. "Yo no puedo entrenar 25 horas semanales. No somos deportistas de alto rendimiento en cuanto a la profesionalidad. En cuanto a los objetivos, sí", afirma rotundo.

Los alpinistas que trabajan la alta montaña saben en qué época ir a una o a otra. Por ejemplo, al Aconcagua, en Argentina, hay que viajar durante el invierno español, que es su verano. A las cordilleras asiáticas, en cambio, es mejor ir en julio o agosto. Menos al Tíbet, entre otros, por los monzones. "Funciona como un curso escolar. En septiembre fijas el objetivo y tienes nueve meses para conseguirlo", detalla Carlos. Los cacereños cogieron un avión el pasado 8 de julio en dirección a Estambul. Más tarde, otro los transportó a Bishkek, la capital de Kirguistán. Y, desde allí, otro vuelo los llevó a a Osh, ciudad referencia para ir al Lenin. "Después, una furgoneta, que tarda unas 6 horas en recorres doscientos kilómetros, te deja en el campo base", sostiene Carlos. "El campo base del Lenin es relativamente cómodo. Se encuentra en un pradito a 3.600 metros. Hay una carpa comedor y las tiendas están en yerba. Con el retroceso global de los glaciares, desde hace unos años es prácticamente como un camping", recuerda. Por esta misma razón, afirma, muchos utilizan el campo 1 como base. Ellos lo usaron para comenzar la planificación. "En la primera semana buscas aclimatarte. Lo necesitas para una montaña de 7100. Subes alto y duermes bajo. Empiezas a hacer excursiones que te obligan a superar los los 5.000 metros para volver y acostarte en 4.100".

Así, a base de subir y bajar, llegaron hasta el campo 3. A 6.300 metros. Después, otra vez al 1 y a pensar en la segunda fase y en el objetivo: coronar el Lenin. "Fue el 19 de julio. Nuestra planificación tenía mucho que ver con el vuelo de vuelta, por lo que teníamos los días 24 y 25 para hacer cumbre", rememora. La primera mirada, al cielo. "Las noches las hemos pasado a doce o catorce bajo cero. De amanecida, la hora más fría, puede bajar hasta los dieciocho". Pero los pronósticos meteorológicos eran buenos. "En la montaña, las predicciones hay que leerlos con relatividad. Las montañas grandes fabrican su propia meteorología", advierte.

Reto

Y, tras todos los pasos previos, comenzó el reto. "Salimos de noche. Necesitas encontrar nieve dura y a partir del mediodía no hay quien progrese". Fue en el ascenso del campo 1 al 2 cuando comenzó a complicarse la empresa. "Vimos cómo empezó a nevar y a soplar el viento. Se nubló todo. Un día y medio antes de la cumbre...", recuerda Carlos. Por ello, prosigue, llegaron mal al campo 2. Y la noche que pasaron allí no ayudó a calmar las cosas. "Dentro de la tienda no ves el peligro, pero estábamos casi enterrados, con cuarenta centímetros de nieve. El mismo día, un alpinista eslovaco cayó por una grieta 27 metros, tuvo hipotermia y le tuvieron que cortar cuatro dedos de la mano. La cosa estaba bastante fea", resume el cacereño.

El día siguiente, el 23 de julio, amaneció bueno. "Salió el sol, pero mirabas a la cumbre y veías unos penachos de viento... Miras la montaña y te dices: está peligrosa, muy cargada de nieve, y con los campos de grietas...". La motivación y ganas de Carlos y de David no resultaron suficiente. "Teníamos el punto de decir: vamos para allá. Pero la montaña... Ves que has hecho las cosas bien, aunque con eso no es suficiente. Yo, por ejemplo, ya me he congelado los dos pulgares. Es un momento difícil pero dices: no merece la pena". Decidieron darse la vuelta. Abandonar tras nueve meses de preparación. El objetivo principal, los 5.000 euros para Afibroex, ya lo habían conseguido. Pero la retirada les dolió en su orgullo de deportistas.

El mismo día 23 regresaron al campo 1. Al día siguiente consiguieron una furgoneta que les llevara a Bisheck, donde realizaron algunas comprar y adelantaron el vuelo para volver a España. "Cualquier alpinista te diría que la cumbre es lo ideal. Trabajas para ello. Te metes en el partido para ganarlo, no para jugarlo. No voy a negar cierto escozor, pero hay una compensación. Hemos pasado 20 días viviendo en alta montaña, que al fin y al cabo es lo que nos gusta", finaliza.