Vivía España en 1900 momentos de inquietud y crisis acuciante. Hasta Madrid llegaban por miles campesinos sin trabajo ante la sorpresa del Estado, que no tenía estructuras lo suficientemente ágiles para cubrir servicios indispensables como la sanidad y la educación. En ese contexto nace la congregación de las Damas Apostólicas, que ya en 1904 es elogiada en la prensa madrileña por sus escuelas y comedores sociales creados para atender a los ciudadanos más desfavorecidos.

Pero estas mujeres no querían que sus proyectos sociales se quedaran solo en Madrid. Así que comienzan a extenderse por el resto del país y en 1948 llegan a Cáceres con la intención de que no hubiera en la ciudad ningún niño sin comida o sin derecho a una educación digna. En 1952 encuentran finalmente una habitación por Santa María, desde la que gestionan sus iniciativas hasta que después de cuatro años se trasladan a una vivienda en el número 9 de la Cuesta de Aldana, donde además de unas aulas cuentan con dispensario y comedor.

María Jesús Izpura, María Matilde Jordán, Carmen María Valverde y María Jesús Aranguren son las pioneras, las monjas a quienes se debe la implantación en Cáceres de las Damas Apostólicas, que tras su paso por la Cuesta de Aldana se marchan a la calle Santa Gertrudis Alta, a un cocherón al que tradicionalmente llamaban La Gallega, porque había sido un baile muy famoso de la ciudad.

En Santa Gertrudis abren las religiosas tres aulas: una de parvulitos, otra de niños y otra de niñas. Había tantos alumnos que por clase llegaron a contabilizar cursos de hasta 80 muchachos. Las monjas tenían entonces un método de enseñanza que resultaba bastante efectivo. Consistía básicamente en hacer a los niños dar vueltas por la clase mientras cantaban la lección. De esta forma comprobaban su nivel y en virtud de sus conocimientos los iban colocando en una parte u otra del aula.

Así, por ejemplo, era muy típico cantar en Geografía el siguiente texto: "España limita al norte con el mar Cantábrico, Francia y la República de Andorra. Al este con el Mar Mediterráneo, al sur con el mismo mar y el Estrecho de Gibraltar y al oeste con el Océano Atlántico y Portugal" . La copla no se te olvidaba jamás, que para eso estaban las monjas, para quienes era básico que el alumno se supiera primero al dedillo los límites de España, que luego vendrían los ríos de Europa y todos los mares.

Marchaban bien las cosas en Santa Gertrudis, pero la congregación quería extenderse aún más en Cáceres y en esas estaban cuando les llega la oportunidad de adquirir un piso en el palacio del obispo Galarza, situado en la calle General Ezponda. Los orígenes de este palacio hay que buscarlos en el obispo Pedro García de Galarza, considerado el gran mecenas del renacimiento cacereño. Curiosamente, en 1582 Felipe II confió al prelado un hijo de Antonio de Portugal, su mayor opositor al trono portugués, para que se encargara de criarlo sin explicarle a nadie su nombre ni procedencia y vetar el derecho al reino del joven príncipe.

A raíz de esta y otras leyendas al palacio se le conoce popularmente como la Casa de los Trucos, también porque tenía muchas puertas y era muy laberíntico y porque decían que en el siglo XIX fue una casa de tapado , a la que se veía entrar a la gente pero nunca se la veía salir. Se comunicaba con el Palacio Episcopal y hoy es sede de la Casa de la Iglesia.

La frutería de Aquilino

El palacio tenía diversos usos, albergó la cristalería La Veneciana, fue casa de vecinos, llegó a haber una imprenta, y al lado, en los bajos del Torreón, estuvo la frutería de Aquilino. Pasaban los años y las Damas Apostólicas, a medida que los pisos de la Casa de los Trucos se quedaban vacíos, los iban comprando a los descendientes del obispo, condes de la Oliva del Gaitán.

Para entonces las monjas ya disponían de colegio, zonas de atención a los mayores que querían sacarse el graduado, residencia para las chicas estudiantes que venían de los pueblos y no podían costearse un alojamiento... además, enseñaban a coser y a escribir a máquina y tenían un dispensario en el que ellas mismas te ponían las inyecciones o te tomaban la tensión.

Era el colegio de Ezponda un palacio de estilo plateresco, con tres plantas repartidas en 200 metros cuadrados, un lugar con un patio y sus columnas y un pozo en medio en la planta baja, donde también estaban Secretaría, Parvulitos y 1º y 2º de EGB. Había igualmente un salón al que llamaban la Capilla. Allí se oficiaba misa todos los domingos, y era obligatorio ir. Parte de ese salón servía de teatro.

En el primer piso se distribuían el comedor de las niñas, la residencia de las estudiantes, una capilla para el rezo diario y la llamada Sala del Quijote, de divino artesonado, donde los profesores celebraban sus claustros. En el piso superior estaban el resto de clases, amplias y soleadas, unas daban al patio, otras a Ezponda. En las clases de las maestras había estufas, en las de los maestros, no. Cuando se festejaba el Sagrado Corazón de Jesús se hacía una procesión en la que los maestros portaban el palio y después había un refrigerio en el que no faltaban los picatostes y al que invitaban a señoras de familias con recursos que ejercían una especie de mecenazgo con las monjas.

Las Damas Apostólicas fueron siempre muy avanzadas: todo el mundo las llamaba señoritas porque no llevaban hábito, aunque vestían un poco largas y un poco oscuras. Algunas de sus directoras fueron María Jesús Abans, Carmen Donat que era catalana, María del Carmen Puertas Padial... No era habitual que las monjas permanecieran mucho tiempo en Cáceres porque la orden nunca quería que se arraigaran a un sitio. Pero hubo dos que especialmente dejaron huella: una fue Asunción Berastegui Oficialdegui, que tanto contribuyó a que la documentación del colegio estuviera en orden, lo que le valió el apodo de La Papeles . La otra fue Teodora Arranch, conocida por todos como Teo , la última directora monja que tuvo el colegio y que era muy moderna porque venía con vaqueros, fumaba y se iba con las maestras a las sesiones del Astoria y el Coliseum, y también a la feria, que estaba en Los Fratres.

En el colegio fue muy famosa Valentina, a la que llamaban La Vale , que mandaba muchísmo. Había sido una antigua alumna que acabó trabajando en las Damas Apostólicas y era la encargada de llevar y traer a los niños del colegio de Ezponda al de Santa Gertrudis, puesto que éste último se mantuvo abierto hasta 1974, año en que se pide al ministerio que se homologue el centro escolar, lo que implica la ejecución de reformas en Ezponda y el cierre automático de Santa Gertrudis. También formaban parte de la comunidad escolar Encarna e Isabel, que eran limpiadoras, o María Jesús, que era cocinera. Paquita era una monja muy entrañable y llevaba el dispensario. La monja Aurea, también muy agradable, se dedicaba más a la residencia, María Puig se marchó a América del Sur y Mari Cruz estaba mucho en la cocina y en el comedor.

En aquella época llegó al colegio una nueva generación de profesores venidos de la Escuela de Magisterio de Cáceres. En Magisterio daban clases don Antonio Luceño, don José Moríñigo, María Antonia Fuertes, don Narciso Puig Mejías o don Valentín, que impartía Ciencias Naturales y que se ponía a hablar de un hueso y se tiraba toda la tarde hablando del mismo hueso.

Felisa daba Educación Física a las jóvenes aspirantes a maestras y Jesús Regodón le daba a los jóvenes. Había una asignatura llamada Formación del Espíritu Nacional, Pilar Márquez y José Mariño impartían Lengua y allí también daba clases don Eduardo Málaga, que cuando terminaba de explicar siempre le aplaudían y eso a él le encantaba.

En Magisterio los chicos estaban en el piso de arriba y las chicas abajo. A don Daniel Rubio lo llamaban el punto negro , porque era bajito y algo regordete. Los alumnos siempre le pedían a don Manuel permiso para hacer bailes, pero él... ¡¡¡¡les echaba unos chorreos!!!!!: "Niños, no podemos hacer un baile todos los domingos, eso para el Día de San José" , contestaba don Manuel a la petición del alumnado.

Los profesores

Terminados sus estudios, algunos de esos alumnos recalaron en el colegio de las Damas Apostólicas, donde impartieron clases Nena Chapado y Rafaela Tapia, cuñada de Pepe Rasero y prima de Mari Cruz Muriel, que era inspectora de enseñanza. Las clases de máquina las daba Benilde Calderón, Cleto Pardo fue el primer director seglar del centro escolar en 1961. Después estaban Julia Pozo Julita, Encarnación Jiménez, Isabel Leo, Teodoro Casado, su mujer Esperanza Pérez, Patri López, Antonio Plaza, María José Vecino, Jesús López, María Eugenia Cerro o Fátima Tejero.

Era entonces General Ezponda una calle llena de vida, con aquel colegio que llegó a tener 500 alumnos: los Corchero, los hermanos Muriel, los Viznete, los Pérez Pablo, los Borreguero, los Pérez Herrero y tantos otros. En General Ezponda estaban los Almacenes Mendoza, el bar de Pedro Peloto, al que los maestros acudían a tomar café todas las mañanas, había unos futbolines y La Conce estaba siempre plagada de niños porque La Conce era el lugar donde te retabas o te citabas: "¡Te espero en La Conce" , te decían si había gresca, "En La Conce quedamos" , te decían si había tema...

Las monjas habían hecho una buena labor en Cáceres: además del colegio disponían de una casa en Montánchez, a la que los veranos llevaban a muchos alumnos para que disfrutaran de unos días de asueto sin coste alguno para sus familias.

Ocurrió que en 1988 la congregación decide que ha cumplido con su misión escolar y las monjas se marchan a Aldea Moret, donde hoy continúan catequizando. El colegio iba en ese momento a cerrar, pero nueve profesores: Teodoro, Encarna, Esperanza, Patri, Antonio, Jesús, María Eugenia, María José y Fátima se unen en cooperativa. Tras unos años pagando un alquiler en Ezponda, en 1995 inauguran en Moctezuma un nuevo centro llamado Giner de los Ríos donde hoy estudian 400 alumnos e imparten clase 23 profesores.

Las religiosas vendieron al Obispado sus instalaciones y ahí terminó una etapa en aquella Casa de los Trucos en la que un día, bajo las órdenes de Felipe II, un obispo escondió a un hijo de Antonio de Portugal para impedirle su legítimo derecho al trono, aquella Casa de los Trucos por la que luego pasaron cientos de alumnos al mando de profesores y de unas monjas como la moderna de Teo o la ordenada de La Papeles que hicieron de las Damas Apostólicas un colegio inolvidable para Cáceres.