José María Martín ha vivido dos décadas en Hornillo. En 2007 realizó una renovación completa e introdujo tuberías de cobre. Cuando saltaron las alarmas del plomo, en mayo, se sumó a las primeras pruebas, pagadas por los propios vecinos, y su susto fue mayúsculo: su análisis arrojó 122 ug/l de plomo, doce veces más del nivel permitido. «Recuerdo que cuando levantaron la calle no tocaron un poyete en mi tramo, en esa parte la red no se renovó y además se ve en el contador», cuenta, sorprendido aun así por los análisis. «Parece que la interacción de cobre y plomo aumenta los niveles», señala.

Desde hace años tiene la vivienda alquilada, lo que le supone una inquietud y también un perjuicio porque teme que le reste inquilinos. «No sé cuál es ahora mismo la mejor solución, los vecinos estamos muy preocupados, debe solventarse cuanto antes», indica.