Desde la Vigilanti Cura de Pío XI, allá por el 36 del pasado siglo, en la que se insistía en la contribución al bien común que el cine podía hacer, el magisterio eclesial ha recordado siempre la importante labor de servicio de los medios de comunicación y su responsabilidad en la construcción de la sociedad.

Curiosamente, a nivel mediático e informativo, lo que vende es el conflicto. Parece que, si no hay conflicto, no hay noticia. Siempre deben existir dos enfrentados, al mismo nivel y que el lector, oyente o televidente, decida quién tiene razón. Aunque a los medios se les presupone el deber de informar, ¿deberían hacerlo en todas las circunstancias? Es esta una pregunta de clase de periodismo, que la mayoría concluye contestando afirmativamente. También de libro es preguntarse si pondríamos al mismo nivel informativo a Hitler y el holocausto judío. Imagino que en aquella época no faltaron medios que estuvieran al servicio del régimen.

Salvando las distancias, llevamos meses con el tema catalán y el conflicto entre el Gobierno y los independentistas. Me pregunto si el machaqueo informativo constante sobre este tema sirve realmente para el bien común. ¿No empezamos a estar ya un poquito cansados? Dar tanta relevancia y significación al hecho, ¿no sirve más para aumentar la crispación, el hastío y la división generalizada? ¿Dónde está aquí el servicio al bien común, que debería llevar al entendimiento y a la solución del conflicto en vez de seguir alimentándolo? Cuanta más visibilidad se les da a unos y otros, ¿no hace que se sientan más acreditados y más se distancien y radicalicen en sus posiciones? A veces sería mejor silenciarlos un tiempo, dejar que se pongan de acuerdo y, cuando hubiese «fumata blanca», o sea, entendimiento, alegrarnos todos con la «buena noticia», que algo aburridos de malas ya estamos. Por supuesto, todo esto es opinable.