Es sabido que en Cáceres, excepto durante Womads y ferias, un domingo por la mañana no hay mucha oferta de ocio para familias con niños, familias sin niños, niños sin familias, ni para nadie. Por eso la mañana de uno de esos domingos decides ir con tus hijos al Museo Provincial de Cáceres. Ingenuo de ti piensas que quizás, entre aljibe y utensilios tradicionales de la sección de etnografía, despertarás un poco su curiosidad.

Una vez allí recorres la sección de arqueología, y sientes que está un tanto empobrecida con numerosas vitrinas vacías, y echas de menos elementos tan didácticos como la estupenda reproducción del castro de Sansueña cercano a Aliseda que años ha se exponía en el museo y hoy ni está ni se la recuerda. La decepción se compensa con la visita al incomparable aljibe árabe. Vuelves a subir con la intención, ingenuo de ti, de visitar la citada sección de etnografía donde tus hijos verán cosas que nunca han visto antes y esperas que te preguntes: ¿y esto para qué se usaba? Pero eres un ingenuo porque un empleado del museo te dice que esa sección está cerrada porque no hay suficiente personal para tenerla abierta.

Por dentro las cosas no te cuadran: Cáceres, ciudad cultural y turística, con la parte antigua llena de turistas, y una sección importante del museo está cerrada por falta de personal.

Resignado y más decepcionado decides visitar la sección de Bellas Artes en el palacio de Los Caballos, y recuerdas que a través del jardín había un paso que unía ambos palacios en el que hace unos años hicieron una polémicas obras de acondicionamiento, tal vez para facilitar el paso. Pero te dicen que ese acceso está cerrado los fines de semana. Te preguntas que si será también por falta de personal.

Te da lo mismo, vas con tu familia a visitar el jardín para comprobar como quedó después de aquella polémica actuación. Y te das cuenta, una vez más, que eres un ingenuo, porque del jardín no queda más que unas cuantas plantas y en su lugar hay ahora mucho cemento, rampas, escaleras, hierro. ¿Y con ello se ha conseguido facilitar el paso de un palacio a otro, de una sección a otra? Pues no, en eso no ha mejorado nada, hay que seguir bajando unas escaleras estrechas y nada fáciles y la marquesina que pretende aislarte de las inclemencias meteorológicas solo llega hasta la mitad del recorrido.

No entiendes el sentido de una actuación tan impactante: ni sirve para facilitar el paso ni para evitar la lluvia, el frío y el calor. ¿Qué beneficio aportan estas obras aparte del que haya sacado el arquitecto y el constructor?

Y todavía te queda por asombrarte aún más: en ese paso elevado que se ha construido, el pretil es tal maravilla y derroche de diseño que deja un peligroso hueco por el que puede caerse un niño pequeño.

Cansado de decepciones decides salir y te das cuenta que en la plaza de las Veletas hay unos treinta coches aparcados, y hasta el conserje del museo tiene que salir para pedir que los vehículos no aparquen en la misma puerta y cierren el acceso. Y en la plaza de San Mateo otros veintitantos coches. Un auténtico párking. Alguien te recuerda que estas plazas, Patrimonio de la Humanidad, son peatonales y que por ellas no se puede ni circular ni, menos aún, aparcar. Cáceres, ciudad europea de la cultura, y el ayuntamiento y la Junta de Extremadura sin enterarse.