Los números asustan. No fue para tanto. El público cacereño se congregó ayer en la plaza con ganas de fiesta y entre todos la montaron. Este espectáculo es democrático y popular y como tal hay que respetar las manifestaciones de aquéllos que se sientan en los tendidos, pero se debe dar seriedad a una plaza que está catalogada entre las de segunda categoría. Seis orejas se cortaron en el computo de la tarde, dos para cada uno, y esto hizo que adquirieran el derecho de abrir la puerta grande. Pero la realidad fue otra. Ni hubo tanto toreo, ni lo que se hizo fue tan meritorio.

La corrida de Píriz fue en su conjunto muy manejable. Agradables, sin molestar y dejándose, unos más que otros. Pero a decir verdad, les faltó romper al final, más recorrido y humillación. Fueron y vinieron, se mostraron toreables y permitieron a la terna andar a sus anchas. Hubo tres, tercero, cuarto y quinto que destacaron en las faenas de muleta, especialmente el cuarto, mansito en los primeros tercios pero a más en la tela. Los otros tres resultaron un punto sositos, aunque eso sí, con nobleza y bondad.

La mejor faena

La faena más seria y reposada de la tarde fue la de Finito al quinto, y a la vez la menos valorada. Entendió a su oponente, le dió tiempo, sin obligarlo hasta que el animal se afianzó y a partir de ahí sacó series estimables, con ese empaque particular de su toreo. Pero lo mejor fue breve. Tres naturales citando de frente, fueron auténticas pinturas. Sólo eso, y no más, queda en la retina y sirve para justificar la tarde. Con el primero de los suyos, el de Córdoba se puso demasiado pesado. Alargó en exceso una faena que no tuvo emoción, de la que tan sólo cabe salvar algunos muletazos en redondo.

El Cordobés enloqueció al público en el tercero. Faena de más forma que fondo, cargada de accesorios pero vacía de contenido y eso sí, muy bien vendida a la solanera. Abundó el toreo bullidor, vibró la gente y reventó con los saltos de la rana finales y la estocada. Con el sexto, el peor del encierro por parado, acortó distancias y se arrimó ante un animal con poca acometividad.

Lo más destacado de la actuación de Jesulín fue la lidia al cuarto. Llevó al de Píriz con temple y suavidad, no lo obligó al principio y el toro respondió al final. Terminó embistiendo sin parar, con largo viaje y fijeza, y Jesulín enseñó una de sus mejores virtudes: el manejo templado de los engaños. La faena al que abrió plaza tuvo la misma nota positiva del temple, pero no llegó a tomar vuelo por la falta de transmisión del astado.

Entre las notas curiosas de la tarde llamó la atención la entrada de un camión publicitario para anunciar que al final del festejo se soltaría al ruedo la corrida del Conde de la Corte que se va a lidiar esta tarde, pero el experimento salió de risa. Ni el camión cabía, ni la megafonía se oía y hubo que tirar del sistema tradicional. Pizarra al canto y alguacil dando la vuelta al ruedo. Así se enteró todo el mundo.

Por cierto, que hoy espera en los corrales una señora corrida. Los condesos presentan una fachada impecable. Esperemos que embistan para que Ferrera, Bejarano y Serafín Marín cierren con broche de oro la feria.