La anterior legislatura posibilitó un avance importante en la participación ciudadana. Colectivos de todo tipo vieron cómo podían dirigirse a la corporación de manera flexible en un pleno, por citar un ejemplo. Se sentaron las bases de otras herramientas que han quedado a un lado porque el actual equipo de gobierno no cree en la crítica de colectivos y en el debate ciudadano. Resulta fácilmente constatable ver cómo hay una incomodidad manifiesta en espacios donde colectivos y cacereños a título individual tienen la oportunidad de expresarse.

Las respuestas más condescendientes encierran, por parte de la alcaldesa, compasión, pero prácticamente nunca atisbos de soluciones. En caso de que el envite no sea apropiado, la alcaldesa senadora contribuye a tensionar el problema que se plantea retando, cuestionando o sentando dogma de fe sobre las cuestiones planteadas.

Sin embargo, la sociedad actual, que no entiende de liderazgos o de contratos de políticos a cuatro años sin rendir cuentas constantemente, está empezando a organizarse. Para ello, se empiezan a usar de forma diligente no solo los mecanismos apropiados en los órganos municipales, sino que la calle real y la red, esa nueva autopista de ideas y de pensamiento, actúan como catalizadores. Para propiciar espacios y oportunidades para la participación, hay que creer en este modelo, y contar posteriormente con las sugerencias y recomendaciones que se planteen.

Estamos asistiendo a una movilización social importante para que en la plaza Mayor durante las navidades disfrutemos de una pista de hielo sin una carpa que la cubra. Si finalmente se logra, miles de cacereños y cacereñas habrán triunfado. No tengo ninguna duda de que a partir de entonces habrá que confiar en la organización colectiva.

La ayuda a domicilio, las tasas de autobús y su uso, la subida del IBI y muchas otras decisiones erróneas esperan a la vuelta de la esquina. El poder ciudadano tiene que pelear por cambiarlo. Hay quienes escuchamos, atendemos y compartimos esas demandas.