XMxás allá del escepticismo sobre los procesos electorales en Afganistán e Irak, y cuando en Latinoamérica las opiniones a favor de políticas autoritarias suben en las encuestas, muchos comentaristas y analistas vuelven a repetir que la democracia es un fenómeno del mundo occidental, ajeno a otras tradiciones históricas y culturales o a circunstancias tan adversas como las de los países más pobres o aquellos profundamente empobrecidos por las crisis económicas. Estas posiciones, al parecer del premio Nobel de economía (1998) Amartya Sen , nacido en Bengala, responden a una visión estrecha y restrictiva del modelo democrático, entendido como meras votaciones y escrutinios. En Democracy and its Global Roots , las raíces globales de la democracia, publicado junto con el discurso Democracy as a Universal Value , la democracia como valor universal, pronunciado en Nueva Deli en 1999, (no he encontrado ediciones en español), defiende una perspectiva amplia de la democracia, que incluye la posibilidad de que todos los ciudadanos participen en las discusiones políticas y tengan influencia en las elecciones relativas a los asuntos públicos. La democracia forma parte de la "tendencia permanente más regular y antigua conocida en la historia", cita a Tocqueville , como precedente de esta perspectiva. Aunque sus ejemplos se refieren a Europa, entiende que la argumentación general de Tocqueville es de una pertinencia y alcance inmensos. Que la causa del pluralismo, la diversidad y las libertades fundamentales está presente en la historia de numerosas sociedades. Se refiere a la India, China, Japón, incluso al mundo islámico y al continente africano, donde halla sorprendentes ejemplos y prácticas orientados a "proteger y promover las interacciones pluralistas y el debate social". Así, la continuidad histórica, de la que recibimos esta herencia global, se relaciona con la política actual.

Para A. Sen , el mayor acontecimiento del siglo XX es el ascenso de la democracia, considerada como la única forma aceptable de gobierno. No confundir con el gobierno de la mayoría. "La democracia plantea exigencias complejas, que comprenden, por supuesto, el derecho de voto y el respeto de los resultados de las elecciones, pero que requieren también la protección de los derechos y la libertad, el respeto a la legalidad, así como la garantía de libre discusión y circulación no censurada de la información". La democracia como valor universal se justifica por numerosos méritos. "Ante todo, la importancia intrínseca de la participación política y de la libertad en la existencia humana; después, la importancia instrumental de exigir que los gobiernos sean responsable y rindan cuentas; finalmente, el rol constructivo de la democracia en la formación de los valores y la comprensión de las necesidades, de los derechos y los deberes".

Los que se oponen a la democracia como valor universal apoyan sus argumentos en las diferencias culturales, muchas veces ligadas a la pobreza de ciertos países. Esta tesis, en opinión de A. Sen, es falaz desde dos puntos de vista. Primero, porque el papel protector de la democracia puede ser particularmente importante para los pobres, que también sienten la necesidad de hacer oír su voz en la vida política. Y segundo, porque, si se les deja elegir, es muy poco probable que opten por rechazar el modelo democrático. La afirmación de que los pobres no se preocupan de los derechos cívicos y políticos es totalmente contraria a la evidencia.

"El poder de la idea que reivindica el valor universal de la democracia reside en su propia fuerza. Este es el campo de debate. No son tabúes culturales, imaginarios, los que pueden eliminarlo, ni tampoco pretendidas predisposiciones de una civilización u otra, herencia de nuestros pasados respectivos", concluye.

*Economista