E ace unos días fui invitado a participar en unas Jornadas Europeas sobre Migraciones y Patrimonio Cultural, que se llevaron a cabo en el pequeño pueblo vizcaíno de Derio, donde nació Juana Elguezabal Leguinázabal, vasca de cuna y cacereña de por vida, que dedicó parte de su vida a regentar el Teatro Variedades, que ella misma había construido con el capital que le había correspondido de herencia.

Juana había nacido en el caserío de Aresti, cercano a Derio, en 1842, llegó a Cáceres en 1860 en compañía de sus tíos, un ahorrativo notario llamado Saturnino González Celaya, casado con Juana Elguezabal Vidauzarraga, con la que no tuvo descendencia alguna. Con ellos vivó hasta la muerte de ambos en su casa de la calle Nidos. Esta mujer, que dejó los verdes paisajes de Euskadi para vivir en la Extremadura aislada y profunda de finales del siglo XIX, acabará convirtiéndose en un referente femenino en el Cáceres de su época. Desconozco el número de mujeres empresarias del teatro en la España de su tiempo, aunque creo acertar si les digo que no eran muchas. Ser mujer y empresaria del teatro no coincidía con las normas sociales del momento, aún menos en tierras como Extremadura, donde el papel de la mujer estaba supeditado a reglas morales que, durante siglos, reprimieron su evolución hacia escenarios de igualdad.

En 1886, Juana Elguezabal se había convertido en una rica heredera que le hubiese permitido volver a sus añorados valles vascos, para vivir desahogadamente el resto de sus días. Pero, curiosamente, decide quedarse en Cáceres para siempre, una ciudad donde no tenía familia pero si arraigo e intereses. No solamente se queda en Cáceres, sino que funda un teatro en una de sus propiedades, en la calle Moros. Su teatro, “El Variedades”, sería durante 28 años el local más popular y moderno de la ciudad. Por su escenario desfilarían todo tipo de arte y artistas; cinematógrafo, magia, teatro, mítines, conciertos musicales, jornadas poéticas…. Cualquier expresión artística tenía cabida en “El Variedades”.

Durante mi visita a los orígenes de Juana Elguezabal, he conocido a descendientes suyos que aún conservan, en su memoria familiar, detalles de su ilustre antepasada. He estado en su caserío de origen, el lugar de donde partió para vivir el resto de su vida en Cáceres. Todo ello, me ha servido para conocer mejor la figura de esta sorprendente mujer. Nunca renegó de sus raíces vascas, manteniendo a lo largo de su vida una relación activa con su parentela vizcaína. Se la recuerda como la hija de Isidro y de María, un humilde matrimonio de extensa descendencia, que acabó convertida en una acaudalada propietaria.

Juana Elguezabal fallece en Cáceres el 8 de septiembre de 1912, soltera y sin descendencia. En su testamento deja parte de sus caudales a instituciones como las Hermanitas de los Pobres, el asilo de las Concepcionistas, o los frailes del Palancar. El teatro lo cede a quien quiera crear una escuela y si no es así que se venda y su valor se dedique a limosnas y obras de caridad.

Para sus familiares vascos, hermanos y sobrinos, deja diferentes pensiones vitalicias para que puedan vivir desahogadamente el resto de sus días. Una mujer benefactora que salió de Derio, siendo una niña, para instalarse en Cáceres, donde sería precursora en la incorporación de la mujer al mundo de la empresa teatral.