TAtunque nunca será suficiente, gastamos mucho dinero, realizamos muchos esfuerzos y le dedicamos bastante tiempo a la educación de los niños. El resultado no puede ser más desastroso: casi nadie los quiere tener cerca. Muchos padres están deseando que los colegios abran sus puertas para quitárselos de encima. Sobre todo de encima de la televisión y del ordenador. Abundan los profesores que los temen y miran el calendario buscando las vacaciones y puentes mientras echan cuentas de los años que les faltan para la jubilación. Los ciudadanos no soportan sus maneras de divertirse y urgen a las autoridades para que los destierren de sus proximidades.

En realidad han desaparecido del centro de muchas ciudades pues los hemos confinado en el extrarradio para que nuestros castos ojos no contemplen lo que sucede en sus ratos de ocio. El mensaje es:" haced lo que queráis pero no nos lo mostréis". Eso sí, cuando vuelvan a la civilización deberán comportarse decentemente. Nada de romper escaparates, incendiar contenedores y pintar fachadas y escaparates. Pero de lo que suceda en el gueto no queremos saber nada. Puestos a buscar soluciones la única que hemos encontrado ha sido la de aumentar los policías y las multas.

Ya hemos conseguido que desaparezcan de nuestras vidas unas horas. Como dice un amigo mío, para algunos, la felicidad consiste en que los chiquillos desaparezcan definitivamente.