NACIO EN CÁCERES, 1949ESTUDIOS: DIPLOMADO EN MAGISTERIO, LICENCIADO EN EDUCACION FÍSICA Y DERECHOTRAYECTORIA: INGRESÓ EN EL CUERPO EN 1982 COMO SARGENTO Y JEFE AL SER EL PRIMERO DE SU PROMOCIÓN. EN 1986 ASCENDIÓ A OFICIAL Y EN 1990 A INTENDENTE.

Cáceres ya tiene a un superintendente al frente de su policía local, aunque su cara es más que conocida: César García, jefe de la policía local desde hace 25 años e intendente hasta ahora. El 23 de febrero se formalizó su ascenso tras superar una oposición con una nota de 7,90.

--¿Orgulloso del ascenso?

--Sobre todo satisfecho porque llego al máximo en las categorías que hay en las policías locales de Extremadura y porque Cáceres cubre una plaza que ya tenían Badajoz y Mérida, y se pone al mismo nivel.

--¿Qué significa realmente el cambio de categoría?

--En la práctica, nada realmente, ya que el puesto de jefe de la policía local es el mismo siendo intendente que superintendente. Lo único que con esto se llega a la categoría máxima.

--¿Ha tenido competidores?

--Bueno, era un concurso-oposición de promoción interna y los requisitos sólo los reunía yo, pero no era una oposición a medida ni mucho menos, sino que he tenido que superar exámenes bastante duros: reconocimiento médico, unas pruebas de aptitud física, un examen de 90 temas y otro de resolver supuestos de intervención policial. Podía haber suspendido, y a punto estuve.

--¿Por qué?

--Por las pruebas físicas, que fueron especialmente duras. Coincidió que me lesioné y lo pasé mal para superarlas. Tenía que correr mil metros en un tiempo muy justito (4 minutos y pico), correr 60 metros, saltar longitud, y a cierta edad... Y ya, después de aprobar, también tuve que hacer un curso en la academia y pasar unas prácticas.

--¿Y cómo fue tener que volver a la academia como alumno?

--Ha sido una experiencia bonita y positiva. Estudiar y superar un examen teórico no me ha supuesto mucho drama porque tengo que estudiar cada vez que aparecen novedades legislativas, pero sí me ha supuesto una experiencia curiosa con 57 años ir a la academia, de la que yo he sido profesor, y sentarme en los bancos como un alumno más. Eramos siete en el curso de mandos y ha sido curioso.

--¿Y era el mayor?

--Sí, el abuelete.

--¿Habrá un intendente que ocupe su puesto?

--La intención del ayuntamiento es amortizar la plaza, que desaparezca. Tengo entendido, aunque no lo sé con seguridad, que alguna central sindical va a recurrir esta decisión para que siga la plaza. Pero, en principio, no habrá cambios en las jerarquías.

--Ahora que ha llegado a lo máximo en el Cuerpo, ¿cuál es su próximo reto profesional?

--Pues, de cara a la nueva legislatura, haremos unas propuestas para modificar la organización del Cuerpo y modernizarlo. Lo que sí, el ascenso me sirve para retomar la ilusión, porque puede parecer que después de 25 años que llevo de jefe la ilusión está perdida, pero no, la ilusión está tan intacta y con tantas ganas de trabajar como el 1 de abril de 1982, cuando entré.

--¿Y a qué retos se enfrenta la policía local?

--A la modernización de sus estructuras y probablemente a un cambio en las competencias. Se espera una modificación legal para que asumamos de derecho competencias que ya tenemos de hecho en Policía Judicial.

--¿Debe crecer la plantilla?

--Debe crecer y yo insisto mucho en la necesidad de nuevas incorporaciones porque no solo la ciudad es cada día más grande sino que las competencias son también mayores. Con todo, el número de agentes no solo no aumenta sino que disminuye. Desde que en 2003 entró en vigor la nueva normativa de la segunda actividad de los agentes, tenemos entre 8 y 10 policías menos en número real y se nota.

--¿Qué le reporta mayor satisfacción en su trabajo?

--Algo muy importante para mi es que desde este puesto tengo la posibilidad de influir para resolver problemas de los ciudadanos. La nuestra es una profesión de auténtico servicio al ciudadano y ayudar a mejorar su calidad de vida es satisfactorio. Hasta cuando a un ciudadano le pones una multa, lo haces porque con su conducta está perjudicando a un tercero y nosotros favorecemos a la víctima, aunque eso suele olvidarse.