Las nuevas tecnologías, pero muy especialmente las llamadas redes sociales, se han ido convirtiendo en importantes fuentes de información, no sometidas a censuras, a controles ni a directrices dogmáticas que puedan modificar u ocultar los datos reales de esta información. De la misma manera nuestro siglo conoce también la proliferación de organizaciones no gubernamentales -ONG´s- dispuestas, mediante un valiente voluntariado, a tapar los enormes agujeros que los organismos oficiales y los gobiernos que los sostienen van dejando en el tejido de servicios, libertades y derechos a los que el cuerpo social del Estado - los ciudadanos- tienen derecho a disfrutar por mandato de la Constitución, de los impuestos que pagan y de la paz social que crea el propio Estado.

Entre ambos modelos, las redes sociales y las ONG´s, se ha ido estableciendo una simbiosis funcional en Internet que permite a cualquier persona conocer, analizar y debatir los extraños fenómenos que normalmente los órganos de prensa, radio o TV ocultan por no distorsionar los intereses económicos de las grandes empresas, corporaciones bancarias o partidos políticos que los sostienen. Así que aquellos modelos informativos van creciendo, mientras los más tradicionales van achicándose, hasta desaparecer.

A través de ellos, el común de los mortales van conociendo procesos, agresiones, destrucciones y tergiversaciones encaminados todos a aumentar los beneficios de las grandes empresas mundiales del petróleo, de los alimentos, de los productos farmacéuticos o de las armas químicas; mientras el planeta sufre las mayores degradaciones y contaminaciones de su biosfera amenazando a toda la humanidad de perder su hábitat para que unos cuantos locos rellenen sus cuentas corrientes de polvo y muerte. Porque, al final, no le van a servir para nada.

AMÉRICA no va a ser nunca más fuerte y poderosa; sino un desierto de tierras ácidas bajo una atmósfera ardiente de bióxido de carbono y nitrógeno.

Viejas teorías religiosas -desde la Antigüedad hasta nuestros días- han desarrollado doctrinas de inspiración bíblica en las que se reflexiona en clave de pesimismo total de la proximidad del fin del mundo; de la destrucción de la humanidad y del apocalipsis que caerá sobre nuestras cabezas; según versiones, más o menos convincentes, que se atribuyen a san Juan el Evangelista en su último libro de profecías.

Ahora, al parecer, ya no se trata de viejas teorías bíblicas- apocalípticas o milenaristas- sino de pruebas científicas y de hechos reales, que certifican que si la especie humana sigue emitiendo los venenos y gases que produce la combustión de energías fósiles, el futuro de la humanidad será muy corto; aunque las grandes corporaciones capitalistas terminen con sus cajas fuertes atiborradas de dólares o de euros y sus incontrolables ganancias distribuidas por cientos de paraísos fiscales. El único paraíso existente es la Tierra y está a punto de ahogarse, asfixiado de avaricia y estupidez.

Los foros internacionales sobre el cambio climático -cajas de resonancia de unos procesos que nos afectan a todos y que nos avisan a todos- ya han lanzado suficientes alarmas sobre este proceso de degeneración de la naturaleza. Pero muy pocos los han escuchado. La prensa apenas los ha difundido. En los programas de TV han durado estos avisos menos que un anuncio comercial. Pero los que tenemos los pies en la tierra y miramos al cielo no vemos más que aridez en ríos y pantanos, incendios abrasadores, ‘gorras’ de polución sobre las ciudades y nuevos padecimientos físicos e incurables, que afectan a miles de personas. ¡Sic finit gloria Mundi!