Son las nueve y media de la mañana y no hay colas a las puertas de Santa María. Entra y sale gente, pero aún es temprano. Hace hora y media que comenzó el besamanto a la Virgen de la Montaña en la concatedral. "A quien madruga Dios le ayuda, así que vengo temprano para evitar las colas que se montan por las tardes. Que por qué vengo, por fe, porque lo he hecho siempre como cacereña que soy y para pedirle que me arregle algunas cosillas", cuenta Mari Luz Conrado a la salida.

Sin embargo, hay pocos madrugadores. Una mujer cargada con claveles, otra con prisas quizás llega tarde a trabajar, un anciano con bastón, dos amigas, la policía que vigila... Está a punto de terminar la homilía. Varios bancos están ocupados, pero no todos. El amarillo chillón resalta en la luz tenue del templo. Hoy es el color de gladiolos y claveles que rodean la pequeña figura de la Virgen. Hacen juego con el damasco dorado del manto 90.

La tela blanca y dorada le cuelga por detrás. El mismo gesto se repite una y otra vez. Con la mano se lo llevan a los labios. El beso no suena, solo lo hace el tintineo de las monedas al chocar con las que se acumulan en el caldero de las limosnas. Un hermano de la cofradía entrega estampitas del novenario.

Tres horas después, otras caras, los mismos gestos. El colegio San José ha hecho turnos para que todos sus alumnos besen el manto. Damián, de 7 años, está impresionado con el escudo gigante de claveles que hay junto a la puerta. "Yo he traído flores para hacerlo", cuenta orgulloso.

Casi al mediodía, empiezan las colas aunque no llegan a la mitad de la plaza. También hay que esperar para comprar las roscas de anís que la cofradía vende en la puerta del obispado a 50 céntimos. Para evitar esperas, los previsores aprovechan las primeras horas de la tarde.

A las seis, el trasiego es continuo. Los cochecitos de bebé salvan con cierta dificultad los dos escalones de la entrada. A veces coinciden hasta tres o cuatro en la puerta y se forma un tapón. El deán de Santa María, José Antonio Fuentes, concluye la séptima misa del día. "La presencia de la Virgen aviva en los cacereños las brasas de una fe latente", explica.

No oculta que con la patrona, la afluencia es impensable en otro momento del año --hasta 40.000 estampitas se han repartido en otros besamantos--, de ahí la "importancia" de esta "expresión de la religiosidad popular". Eso sí, advierte, "hay que orientarla y evitar que sea simplemente una apariencia externa para darle profundidad religiosa".

El cabildo pide ayuda para pagar la calefacción del templo y se recogen firmas para apoyar una frecuencia para Radio María. La Peña del Garbanzo se cita para besar juntos el manto. Los niños de la guardería El Guiñol acuden vestidos con traje regional. Se hace un homenaje a la tercera edad y se pujan por los dulces en la mesa de ofrendas. Todo Cáceres parece desfilar por Santa María. Las colas se hacen más largas y oscurece. Hoy continúa el besamanto y mañana será el regreso al santuario a las 9.00.