"Lo cogí en la Cruz de los Caídos. No me fijé bien en él porque justo en ese momento estaba hablando con un señor que se había olvidado el teléfono en otro taxi. No le vi la cara", recuerda el taxista que sufrió el atraco --prefiere mantenerse en el anonimato--. Acto seguido abrió la puerta del coche y se montó en la parte trasera, justo detrás del asiento del conductor, y comenzó a simular que hablaba por teléfono, por lo que el taxista no medió palabra con él, solo para preguntarle a dónde iba: "A La Cañada", le dijo. Y comenzó su marcha. Había empezado su turno hacía una hora. Era su segundo servicio del día.

De repente, justo cuando estaban a la altura de la gasolinera Pasarón, el atracador se abalanzó sobre su cuello y le apuntó con una navaja. "Miraba de vez en cuando por el retrovisor. Me di cuenta perfectamente de que hizo un movimiento raro pero no me dio tiempo a reaccionar", añade el taxista. Sin pensárselo dio un volantazo con el coche para intentar que el ladrón le quitara la navaja de su cuello y lo consiguió. Acto seguido frenó bruscamente y se paró en la gasolinera, donde había más personas. El taxista bajó del coche e intentó dejar encerrado en su interior al atracador, pero con los nervios no acertó a cerrar las puertas. Al segundo el autor salió del vehículo y huyó corriendo. "Me asusté porque no me lo esperaba, casi no me dio tiempo a darme cuenta porque pasó todo muy rápido. Me hizo unos cortes en la mano", recuerda.