Una lluvia fina cae y empapa --lentamente-- las piedras eternas, modificando su apariencia y su textura, mientras el paseo se convierte en un rito purificador. Descendemos la Cuesta del Marqués, que se sitúa sobre una de las vías principales de la colonia Norbense Caesarina. La poca transformación a lo largo de los siglos del trazado de esta vía se debe a dos motivos principales. El primero la propia orografía del terreno, (de la que tanto se quejaba el visitador de la Real Audiencia en 1791) que no permite grandes modificaciones, y la segunda ser la arteria que comunica Santa María, antiguo centro neurálgico de la Villa, por una parte con la Vía Lata procedente de Mérida, y por otra, con la Ribera del Marco, ese espacio hoy cercado y amenazado por el cemento y la ignorancia hacia el pasado.

Al fondo de la vía se abre el único testimonio que nos queda de las cuatro puertas de la romana Norba, el Arco del Cristo. Como hemos ido viendo, la estrategia, la ignorancia y el abuso de poder de algunos políticos llevó a la destrucción de las otras tres. El Arco del Cristo se salvó, fundamentalmente, por estar situado en una zona de vivienda popular, y, porque el Camino de Mérida tomó la entrada en la ciudad por la puerta de su nombre. El arco se convirtió en una entrada de servicios, de agua, cal y mercancías procedentes de las huertas, ésas fueron sus posibles causas de salvación, junto con encontrarse lejos de las zonas especulativas de la Villa.

Arco del Cristo, Puerta del Río, Arco de la Cuesta, fue conocido con todos esos nombres, pero el que ha perdurado más comúnmente hasta nuestros días ha sido el primero, el más moderno de todos, procedente del Crucificado que a finales del XVIII o comienzos del XIX allí se enclavó para proteger la puerta. Si se hubiese colocado siglos antes se hubiera entendido como una alegoría del triunfo de Cristo sobre el paganismo, pero, de la fecha de su colocación, sólo se puede extraer una lectura piadosa.

El arco se abre con disposición oblicua, adaptándose a la orografía. Posee una generosa bóveda de medio cañón enmarcada por dos arcos de medio punto, de hermosas y amplias dovelas y robustos y monumentales sillares de cantería. Sería interesante barajar la hipótesis de la influencia que esta puerta, la de Mérida y la de Coria tuvieron sobre los modelos constructivos cacereños, especialmente en las fachadas de la arquitectura culta señorial, que presentan una especial predilección por portadas similares a las de las puertas romanas. Se podría entender como una lectura local al renacimiento, distinguiéndolas de la arquitectura erudita traída de la mano de Sebastiano Serlio.

Construcción defensiva

Un vano en la muralla era una oportunidad para el asedio y precisaba de fuertes protecciones, así, y al exterior de la misma se aprecia la existencia de un cubo, torre adosada a la muralla, ampliamente utilizado en las construcciones defensivas romanas. Este se sitúa en ángulo de cuarenta cinco grados con respecto a la entrada exterior del arco. Las entradas a la Villa Alta (a excepción del dieciochesco Arco de la Estrella) y el resto de ellas que existieron en la ciudad, hasta bien entrado el siglo XIX, se cerraban por la noche, es decir, poseían puertas de madera. En este arco, aún se pueden observar los restos de los quiciales sobre los que se apoyaban los goznes.

Son muchas incógnitas las que quedan por resolver del Cáceres romano. Conocemos la existencia de dos campamentos, el de Castra Servilia, fundado sobre el 109 antes de Cristo por Cneo Servilio Escipión y Castra Caecilia, nacido en las guerras de Sertorio de la mano de Quinto Cecilio Metelo. Posteriormente, en torno al 36-34 antes de Cristo, se funda la Colonia Norba Caesarina, cuyo deductor fue el procónsul Cayo Norbano Flacco. Uno de los campamentos se situó en la Dehesa de Cáceres el Viejo y la localización del segundo se ha atribuido a diversos lugares: San Blas y el Seminario Nuevo; el Casar de Cáceres, e, incluso, el propio recinto amurallado, que fuera rebautizado años más tarde al tomar un cuerpo mucho más consistente.

La pervivencia en el tiempo del topónimo Castris (ablativo plural de Castra) en la forma árabe Qazris y cristianizada en Cáceres podría ser un elemento vinculante a esta teoría, pero, en ese caso, ¿qué fue del nombre de Norba? Como dije, quedan muchas preguntas por responder sobre el Cáceres romano, aunque bastantes luces han alumbrado los descubrimientos del Palacio de Mayoralgo, que se unen a los restos dispersos en torno a la Ribera del Marco, a San Blas, a Peña Redonda, a las villas suburbanas de las que tenemos conocimiento y que, poco a poco, nos van desvelando la intimidad de aquella colonia en la que se fundían elementos indígenas y latinos. Hoy la lluvia se funde en la piedra, queriendo ser piedra, dejando de ser ella misma --sin dejar de ser pura-- mezclando ambas su substancia, su ser y su esencia.