El pasado martes, el obispo de Coria-Cáceres, Francisco Cerro, nombró a Diego Zambrano nuevo vicario general de la diócesis. Natural de Fuente del Maestre, el sacerdote, de 42 años, profesor de Derecho Canónico en el seminario, repasa con El Periódico las particularidades de la diócesis tan solo dos días después de su nuevo cargo.

-- Tras su nombramiento, dijo que quería servir tanto a los religiosos como a los laicos y también que iba a seguir el camino del obispo y del papa Francisco. ¿Cuál es?

--Dije que lo que quería era ponerme al servicio de todos, especialmente de los sacerdotes, de los religiosos y también de los laicos. De todo el pueblo de Dios. Yo, como sacerdote de la Iglesia Católica, tengo que trabajar en común unión con el papa y con el obispo para evangelizar y transmitir la buena noticia del evangelio.

-- Qué líneas de actuación va a seguir en su nuevo cargo?

--Voy a seguir haciendo lo que han hecho mis predecesores. Voy a suceder a Don José Antonio Fuentes, vicario general durante siete años, y que durante este tiempo ha hecho un labor muy importante. He estado cerca de él porque he sido secretario general durante esos mismos años y he visto que hay que trabajar muy en comunión. La Iglesia es como una máquina que está funcionando.

-- Han bajado en la provincia los matrimonios católicos a favor de los civiles, y también bautizos y comuniones. ¿La Iglesia ya no atrae con tanta facilidad?

--Sí que atrae. La Iglesia tiene un poder de convocatoria muy importante. Lo vemos cada vez que la diócesis Coria Cáceres organiza a alguna actividad. Por ejemplo, el congreso teológico pastoral, que se convocó el pasado junio, tuvo una gran participación. Es verdad que también influye que hay una gran secularización, y no solamente en España sino también en toda Europa..

-- Uno de los problemas de la diócesis es la falta de seminaristas. ¿Cómo se combate?

--Bueno, nuestro seminario ahora está funcionando bastante bien. En nuestro seminario hay siete seminaristas y van a entrar dos. Nueve para Coria-Cáceres no está mal. Es verdad que el número podría ser mayor y sería estupendo, pero 9 no está mal. Las diócesis de Castilla y León son mucho más grandes que la nuestra y tan solo hay uno o dos.

-- Casos como el del presunto abuso de un cura de Arroyomolinos o el más reciente, el de la relación sentimental del obispo de Mallorca. ¿Alejan a la Iglesia de las personas?

Pueden hacer daño. De hecho, el Papa Francisco, y antes que él el Papa Benedicto XVI, trabajan para que haya limpieza y para que, cuando haya casos de este tipo, la Iglesia tenga tolerancia cero. A veces puede ocurrir, pero hay cantidad de sacerdotes, de religiosos y de gente sencilla en la Iglesia que entrega la vida y trabaja muy bien. Nosotros tenemos un gran dolor cuando pueden ocurrir estas cosas y somos los primeros que sufrimos con esta situación. Nuestro empeño es que la gente que esté en la Iglesia sea valiosa.

--En un plano más personal. ¿Por qué entró a formar parte de la Iglesia?

--Porque sentí la llamada del Señor para ser sacerdote. Yo entré en el seminario con 21 años. Soy de Fuente del Maestre, donde estaba con grupo de misiones y de jóvenes en mi parroquia. El sacerdote, en una ocasión, me dijo que si no me había planteado ser sacerdote. Me hizo reflexionar. Pero tengo muy claro que entré a formar parte de la Iglesia para servir. Yo me he hecho sacerdote para dar mi vida y servir a los demás. Quiero hacer el bien, con mis limitaciones, defectos y errores, allí donde esté.

-- Es profesor en el seminario, también fue secretario y canciller de la diócesis y ahora vicario general. ¿Con qué se queda?

-- Con la de ser párroco y sacerdote. El sacerdote es pastor. Yo soy pastor. Esa dimensión de tratar a la gente, de estar con ella... Con eso me quedo. Yo disfruté mucho los 7 años que estuve de párroco en Botija y en Torremocha. Fueron los mejores años de mi vida sacerdotal. Me gusta ayudar a la gente. Ahora voy a compaginar la vicaría general, con ser profesor en el seminario y párroco en San José.