Otro propietario de un narcobar que ingresa en prisión. La Audiencia Provincial ha condenado a diez años de cárcel y al pago de una multa de 2.000 euros al cacereño José Rodríguez por utilizar el bar Congo de la calle Andrada que regentaba para traficar con hachís y cocaína, según una sentencia hecha pública ayer y que no es firme.

El negocio tapadera del hoy condenado fue desmantelado el pasado 5 de enero por los agentes de la Brigada de Estupefacientes de la Policía Nacional de Cáceres. En el registro que se practicó al local y al encausado se hallaron varios envoltorios de hachís, que pesaban algo más de 96 gramos, y otros 3,60 gramos de cocaína. La droga incautada se valoró en 450,38 euros el hachís y 371,84, la cocaína.

El tribunal considera probado que el imputado utilizaba el local "no solo para la actividad propia de un establecimiento de esa naturaleza", sino para vender hachís y cocaína a las personas que acudían al mismo. El procesado tenía alquilado el local al dueño del inmueble por 600 euros mensuales.

VERSION DESVIRTUADA En este sentido, la Sala Segunda de la Audiencia no ha creido la versión que ofreció el acusado en su defensa, asegurando que la droga intervenida era para su consumo, ya que declaró que era adicto a ambas sustancias desde hace años, y para el de un grupo de amigos en una fiesta.

En primer lugar, el fallo judicial estima que la versión del procesado se desvirtúa porque aunque los análisis forenses revelan que era consumidor de ambas drogas, no se ha podido concretar el tiempo que las llevaba consumiendo para determinar su dependencia a las mismas. En cualquier caso, según el informe forense, no se apreciaba en el inculpado el "menor deterioro psico-físico compatible con ese elevado y antiguo consumo" que él argumentaba.

El testimonio de los agentes que intervinieron en su detención ha sido clave para condenarlo. Estos declararon que la droga que el hombre llevaba encima, dispuesta en papelinas, y el hallazgo de los restos de una bolsa de plástico de la que se habían extraído recortes circulares típicos para elaborar las papelinas, eran indicadores de que la droga la vendía él en el local. Igualmente se considera probatorioel hecho de encontrarse restos de papelinas vacías, algo habitual en los lugares donde se trafica con droga porque los toxicómanos suelen consumir la droga en el mismo lugar donde la adquieran para evitar el riesgo de que se la intervengan.