Harto de aguantar petardos durante más dos años. Juan Manuel Hurtado, vecino de la Madrila donde vive en un bloque de la avenida Hernán Cortés, ha denunciado hasta en diez ocasiones "la utilización de explosivos en la vía pública". Cansado de que no le hagan caso, este abogado cacereño está dispuesto incluso a reclamar una indemnización si demuestra que los ruidos le han dejado alguna secuela. Asegura que en Nochebuena solo pudo dormir una hora porque las molestias se repitieron desde primeras horas de la tarde del jueves.

En opinión de Hurtado, que considera que estos hechos constituyen "un delito", el lanzamiento de petardos es responsabilidad "de cuatro o cinco pandillas" que van por la Madrila. "Son explosiones de alto voltaje", asegura el afectado, convencido de que esta situación se resolvería "con presencia policial".

Su reclamación, añade, ya ha sido trasladada al subdelegado del Gobierno, Fernando Solís, además de a la alcaldesa y presidenta de la Junta Local de Seguridad, Carmen Heras. También ha hecho llegar la denuncia de ayer a la Guardia Civil para que actúe ya que, recuerda, es la que tiene las competencias en lo relacionado con el control de explosivos. En la relación de denuncias se incluyen quejas por escrito desde el 2007 en las fechas del 6 de abril, 8, 25, 26 y 28 de diciembre; 19 de enero y 4 de mayo del 2008 y 2 y 4 de enero y 24 de diciembre de este año.

Hurtado expone en la denuncia remitida ayer a este diario que "la utilización de explosivos en la vía pública se lleva a cabo sin ningún control", lo que considera "una actividad ilegal y gravemente peligrosa". El abogado entiende que "se están infringiendo" los artículos 325, 346, 348, 568 y 577 del Código Penal, del Real Decreto 230/1998, el Reglamento de Explosivos y la Ordenanza Municipal de Convivencia Ciudadana y Protección del Entorno Urbano.

En este sentido, considera también que "esta dejación de funciones" por parte de la policía "en cuanto a la persecución de los hechos denunciados podría ser objeto de las sanciones penales establecidas en los artículos 408 y 412 del Código Penal". Todo ello, para acabar con su peor pesadilla.