TAtpenas comencé a leer adquirí la costumbre de interesarme por las reseñas que publicaba mensualmente el Extremadura porque aunque parcas, pues solamente refería los asuntos tratados siguiendo el orden del día y acompañados por el " se aprobó por unanimidad", concluía con la siguiente rima: " y el sr Grande Baudesón levantó la sesión" Hay las sesiones son más divertidas. Como tantas cosas en esta vida las diputaciones tienen dos caras.

La mala asoma cuando se han utilizado para reforzar el clientelismo, primar a los pueblos afines políticamente y colocar a políticos además de desprender un tufillo nepotista. De la buena cara hablan los caminos rurales, las carreteras provinciales, los abastecimientos de agua y sanitario, la recaudación, la asesoría a los ayuntamientos y la mayoría de las infraestructuras de las que gozan los pueblos pequeños. Realizaciones que por sí solos no serían capaces de llevar a cabo.

Si a ello le sumamos la proximidad, la accesibilidad de los alcaldes a sus diputados y la relativa rapidez de las respuestas, tendremos un cuadro de lo que hasta ahora han significado las diputaciones para el mundo rural y especialmente para las poblaciones menores. Ahora bien, existen otras instancias políticas que parecen solaparse con ellas e incluso coinciden en las mismas competencias como son las juntas autonómicas y las mancomunidades.

Puesto que nadie se atreve a llevar a cabo una reforma de la administración como es debido nos encontramos con un insuficiente desarrollo de las leyes y una indeterminación en cuanto a muchas competencias lo que da lugar a disputas que en muchos casos ocasionan la paralización o la demora de las actuaciones requeridas.

Así pues, el debate sobre las diputaciones tiene dos vertientes. Una la preguntarse cuantos entes administrativos son necesarios para contribuir eficazmente al desarrollo de los pueblos. La otra, si se considera que las diputaciones son necesarias, hacer una reforma de las mismas.