Uno puede explicarse los enfrentamientos políticos pues en ellos se juega poder y dinero. No menos explicables le resultan las luchas por las concesiones de radios y televisiones de las que dependen sustanciosos ingresos. Pero disputas e insultos entre cofradías no los entenderá nunca. Se supone que sus miembros pertenecen a un selecto grupo de creyentes que hacen lo posible por practicar la caridad cristiana. Uno no adivina qué intereses están en juego, pues no parece que los cargos de un cofrade deban llevar a tales términos y mucho menos los ingresos. De manera que parece que lo que está en juego es el personalismo, el afán de figurar y el narcisismo.

Uno no desea entrar en ellas, pues como en los matrimonios reñidos, nunca sabrá quién tiene la razón, pero hace años que se tenían noticias del desencuentro aunque ha sido ahora cuando salen a la luz. Flaco favor le hacen a la religiosidad popular además de suponer un golpe a la publicidad del evento. No creo que nadie tenga interés en ver desfilar a quienes en las procesiones aparentan ser siervos del Dios de la caridad y en las relaciones humanas muestran su rechazo e incluso su odio. En estos días hay reunión de cofradías con el obispo. A ver si es capaz de convertirlos.