Mi amigo Ricardo no le dio el beso de ´buenas noches´ ayer a su esposa sino que: "!Ay, Ricardo! Cuánto tiempo hacía que no me besabas así". Un año aproximadamente. Porque Ricardo es el baranda de una cofradía, cofrade de algunas otras y, como es natural en un CATOVI, hermano de la Virgen de la Montaña. De manera que: "Bueno, mi amor, hasta el ocho de mayo no volvemos a vernos".

Las esposas suelen ser menos crédulas de lo que piensan sus maridos y, como era de suponer, pidió explicaciones. "¿Y cómo sé yo que vas de procesión y no a Torremolinos con una pelandusca?". El le enseñó los hábitos y capuchones, pero ni por esas. "¿Y quién me dice a mi que no usas esas cosas por vicio como el Pedro Jota usaba los ligueros?". Pues nada. "Acude a todas las procesiones y me verás en ellas". "Pero sin capuchón, para que te vea bien y no me puedas engañar".

¡Menuda tarea se impuso la pobre!. Ocho días a siete horas diarias y alguno hasta once. Como no se fía mucho, se ha propuesto presenciarlas enteritas. No sé yo si podrá aguantar ese ritmo. Y si encima debe escuchar los sermones de la novena de la Virgen y esperarle durante todo el besamanto probablemente acabe en una depresión.