A Saturnina Vaca, de 78 años y vecina del barrio de San Antonio, le gusta que a la judería cacereña la llamen así. Apoyada en la puerta de la casa de Damián Mendoza, de 87 años, y Josefa Morán, de 80, ve salir y entrar a los visitantes del nuevo centro de interpretación del baluarte de los Pozos, epicentro ayer de los actos con motivo de la décima jornada europea de la cultura judía. "Claro que esta zona ha cambiado mucho. Cuando llegamos al barrio hace 53 años no teníamos ni agua y había que bajar a por ella a Concejo", recuerdan los tres vecinos, encantados de lo bien que se vive en la judería.

"No vea usted lo fresquito que estamos en verano", explica el hombre al periodista, mientras en el interior del centro se representa una boda judía en el jardín del baluarte, un lugar privilegiado con vistas al santuario de la Montaña y que ayer se quedó pequeño para alrededor de 300 espectadores que disfrutaron, a pesar del fuerte calor, de una de las novedades del programa preparado por la Concejalía de Turismo y la Red de Juderías de España Caminos de Sefarad.

Amparo Fernández, jefa de la sección municipal de Turismo, también reivindica el valor de la judería cacereña --"hay una nueva y otra vieja", recuerda--, mientras ordena el tráfico para que los grupos que participan en la visita puedan dirigirse al palacio de la Isla, otro de los puntos de referencia como antigua sinagoga de la judería nueva. "Los turistas vienen ya informados de que tenemos una ciudad monumental con una parte nobiliaria muy extensa y un barrio judío muy curioso", precisa la técnica municipal, recordando que Cáceres, como integrante de la red europea, ha participado en las diez jornadas de difusión celebradas hasta la fecha.

Reclamo turístico

"Se trata de poner en valor este patrimonio histórico y cultural", añade Fernández, que destaca la alta participación que, como ayer, registra cada año la convocatoria. Es el caso de Conchi Baz, vecina de la Mejostilla y una enamorada del barrio judío. "Esta zona es una joya", subraya la mujer, aunque lamenta que aún siga siendo "una gran desconocida".

Saturnina, Josefa y Damián también están disfrutando. Aseguran que el incremento de visitantes se ha dejado notar de unos años para acá en el barrio, aunque las últimas reformas en las calles les obligan a subir más escaleras. A pesar de todo, se les nota felices. Están viviendo los cambios de la judería e incluso descubren que la ermitaña de San Antonio abre la puerta con solo llamar al timbre. Es domingo y Damián y Josefa se van de boda. No es judía, pero ellos se sienten herederos de los que allí vivieron y dejaron su huella.