Alfonso Díaz de Bustamante y Quijano nació en 1911 en Corrales de Buelna (Santander) y llegó a Cáceres como aristócrata, así que Alfonso nunca fue Alfonso, Alfonso fue siempre Don Alfonso.

Don Alfonso vivía en la calle Ancha, en una casa preciosa que hay frente al Parador de Turismo. En aquella época, como el gobierno era el que elegía a los alcaldes, a él lo nombraron alcalde en 1963, un cargo que ocupó hasta 1977.

En Cáceres se metieron mucho con él, decían que tenía mucha influencia con los peces gordos --era cuñado del ministro de Justicia de Franco, Francisco de Oriol y Urquijo-- y le reprochaban sus comilonas. Craso error el de los críticos porque, en honor a la verdad, Don Alfonso fue uno de los alcaldes que más hizo por esta ciudad: el pantano del Guadiloba, el desvío ferroviario hasta Cáceres, el semidistrito de la universidad, el inicio del Parque del Príncipe y las reformas de la ciudad monumental que años después impulsarían su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Don Alfonso era un hombre con mucho carácter al que le gustaba tenerlo todo muy atado, tan atado que cuentan que cuando los Príncipes venían a Cáceres, dos días antes mandaba que le pusieran una cama en el ayuntamiento y se quedaba allí a dormir para que todo estuviera a punto.

Carmina Caldera fue su secretaria, Juan Ramón Marchena su jefe de protocolo y Francisco Pache su conductor, aunque tuvo varios conductores. Entonces el coche oficial era el Land Rover. Como a Don Alfonso le pilló toda la polémica del cabo Piris (ese que mandó quitar del escaparate de la Librería Figueroa la Maja Desnuda alegando que era una imagen porno), durante un viaje a Madrid un gracioso de turno gritó a Don Alfonso: "¡Adiós Majo!" , entonces, el conductor, airado, se acordó de la madre del gracioso de turno con un tremendo taco.

Don Alfonso se casó con María Cristina de Ulloa y Ramírez de Haro y tuvieron 8 hijos. Ella murió en accidente de tráfico y tiempo después el alcalde volvería a contraer matrimonio con Rocío Falcó, grande de España, 20 años menor que él. Se casaron en Plasencia pero el matrimonio no duró mucho porque Rocío moriría a los 57 años al caer por unas escaleras del Galerías Preciados de Serrano. Fue condesa de Berantevilla y perdió el equilibrio en la escalera al salir de espaldas del ascensor con el carrito de la compra camino del aparcamiento.

El Loden

Don Alfonso era muy elegante. Así que su abrigo preferido era el Loden, no en vano, fue el emperador Francisco José de Austria quien introdujo en la nobleza esta prenda que tanto éxito tuvo en España. Los Loden de Don Alfonso eran de color verde. Dicen que a Juanito el del Agua le regaló algunos de esos abrigos. Juanito el del Agua era un señor muy grandote que cobraba los recibos del agua por las casas y que cantaba muy bien la ópera. Vivía por Santiago, cerca de la calle Belén, por donde estaba el Bar del Chicha, que lo llamaban así porque su dueño era alto y delgado.

Don Alfonso logró que los Príncipes de Mónaco, Rainiero y Grace Kelly, visitaran la ciudad en 1974. Los Grimaldi estaban de viaje por España, en la finca trujillana Pascualete de Aline Griffith, condesa de Romanones, que era espía en Estados Unidos. Al enterarse el alcalde de la presencia de los monegascos en nuestro país, raudo y veloz movió todas sus influencias. A las cinco de la tarde JuanRa Marchena estaba llamando a los periodistas y fotógrafos de la ciudad: "Veniros al Extremadura Hotel, están aquí los Príncipes de Mónaco" . Y en Cáceres se desató la locura...

Don Alfonso tuvo muchos hombres de confianza: Juanito Gil era concejal, tenía un comercio en Moret y fue director de unos almacenes en Charca Musia, o Manzano, que era policía y estaba casado con una Javato. En su equipo de gobierno también estuvieron Francisco Guerrero, hermano del fotógrafo Juan Guerrero, fue concejal de Cultura, llevaba el Orfeón de Cáceres y la banda municipal, que en 1971 estrenó uniformes de verano.

También trabajó con Ignacio Montaño, que era sevillano, se casó con una hermana de José Mari Arroyo y siempre traía a Curro en las corridas de mayo y septiembre; Luis María Gil y Gil, otorrino, Vicente Guerrero, que era médico, Rafael Laso; Angel, que fue presidente del Cacereño; Rafa Saponi, hermano del exalcalde Saponi, Antonio Hurtado Ricafort; Pepe Mendoza, del Banco Español de Crédito, Manolo López, el de la Caja de Ahorros, que es padre de Mariví, casada con un Chacón...

A Don Alfonso le gustaba mucho alternar. Solía acudir al Jamec, que estaba en Pintores, o al Avenida, que estaba en Cánovas, donde está el Santander. En el Avenida, que tenía cartel de Derecho de Admisión, estaban los futbolines de Peluca, y había muchos camareros, los más célebres fueron Montes y Ponce. El Avenida estaba al lado del Cine Norba, con sus famosos Jueves de Féminas , que por una entrada podían entrar a la sala un hombre y una mujer y, claro, se montaban unas colas de narices.

Pero el sitio favorito de Don Alfonso, que siempre bebía whisky en vaso largo, era el hotel Alvarez de Moret donde había un espacio que tenía unos sillones de la leche y que estaba reservado para la gente chic. Allí acudían también Ramón, el de la Unión y el Fénix, el padre de Ignacio Vela, el padre de los Hergueta, Casto Gómez Clemente, ingeniero de Obras Públicas que fue alcalde de Cáceres...

A Don Alfonso le gustaba frecuentar la tertulia La Rebotica, que se celebraba en la farmacia de don Carlos Acedo en Pintores y a la que asistían don Luis Infante, otorrino, los hermanos Murillo (don José y don Tomás, que eran abogados del Estado)...

Entonces venían a Cáceres importantes compañías de teatro, la zarzuela y la revista, y Celia Gámez, que pasaba dos veces al año por la ciudad cuando iba o venía en tren a Lisboa. Una vez presentaron la estudiantina portuguesa y el "Ay Portugal, por qué te quiero tanto" fue un éxito de taquilla.

Cáceres se enfrenta este mes a su gran prueba de fuego: el jurado que decidirá si supera finalmente el primer corte para convertirse en candidata definitiva a Capital Europea de la Cultura en el año 2016. Entonces la ciudad, como un déjà vu , regresa al Hotel Alvarez y pide un whiski doble en vaso largo, sube a la habitación, saca el Loden del armario y cruza los dedos para que el día 27 de septiembre en el Reina Sofía Cáceres brille tanto como Don Alfonso brilló en La Rebotica.