Me duele y cada vez se aleja más ese horizonte de esperanza que persigo, como Eduardo Galeano. Desde luego que me fío de muchos políticos, generalmente de los que nunca ganan las elecciones, pero no de quien, como la alcaldesa de Cáceres, decide de pronto oponerse a la apertura de una mina a cielo abierto cuando dos meses antes la defendía. No me fío de este equipo del PP del ayuntamiento que afirma en su declaración de intenciones del Pimus (Plan Integral de Movilidad Urbana Sostenible) que apuesta por una ciudad para el peatón, una ciudad verde y amable, pero lo que hace en la práctica es arrancar árboles, arrancar jardines y paseos; arrancarnos a pedazos la historia urbana de nuestra ciudad, en definitiva.

Porque el PP no ha esperado siquiera a que esté aprobado por la corporación local el proyecto de rehabilitación del Paseo de las Acacias, para cuya remodelación se comprometió a llamar previamente a colectivos como CáceresVerde para reunirse con la empresa licitadora que ha redactado el proyecto y el propio ayuntamiento. Antes de recibir dicho proyecto, cuyo plazo de entrega se ha cumplido en este mes de enero, y de realizar la reunión prometida, muchos árboles han sido trasplantados o arrancados.

Me duele comprobar que la historia urbanística de la parte de nuestra ciudad construida en el siglo XX no importa. Están bajo amenaza espacios verdes consolidados, como la avenida de la Virgen de la Montaña, el paseo de las Acacias y la plaza de San Juan. Sí, habrá quien se sorprenda, pero también la plaza de San Juan es objeto del deseo de la feroz campaña de privatización del espacio público y desertización, como aparece en uno de los documentos que se pueden consultar en la página del ayuntamiento.

Un ayuntamiento del que me gusta recordar a mis líderes en la gestión municipal de la ciudad de Cáceres de antaño, como Antonio Canales y Joaquín Castel, que construyeron o trataron de mejorar la ciudad que nos legaron. No me cabe ninguna duda de que ellos estarían apostando por otro tipo de industria, si hubieran vivido en este siglo. Empresas asociadas al turismo, a la naturaleza, industrias de transformación de materias primas agrícolas y ganaderas de la zona, industrias variadas que se implantarían en Cáceres si las administraciones públicas les brindaran ventajas fiscales, como se hace en otros lugares, o les ofrecieran terrenos o inmuebles para distintos usos, inutilizados actualmente.

Parece que se han dado cuenta de la falta de industrialización cuando una empresa extranjera quiere venir a colonizarnos. ¿Por qué esperar a que las propuestas de industrialización vengan de fuera y no tomar la iniciativa y dejar de permitir que la poca industria desaparezca, como está ocurriendo en estos últimos años, y dejar de lamentarse de una vez?

LA EMPRESA que quiere abrir la mina empezó con un capital inicial de tres mil euros y actualmente una de las dos empresas que participa en la misma ha aumentado su capital en bolsa en casi veinte millones de euros. Creo que a nadie se le escapa dónde está el negocio. Pura especulación. Quienes están a favor de la mina deberían fijarse bien en este dato y en otros similares, que demuestran a dónde va la riqueza que genera este tipo de iniciativas.

Me duelen las palabras. Según noticias recientes, el consejero de Economía de la Junta de Extremadura reprocha los cambios de opinión del PP porque “inquietan a los inversores” (más reveladora no puede ser esta declaración). Por eso no quieren irse de Valdeflores (que rima con inversores) y siguen sondeando las entrañas de la sierra, aunque algunos políticos digan ahora que tienen que irse (otros lo dijeron desde el principio), y lo malo es que a la empresa minera la ampara la vigente aunque anticuada Ley de Minas, de 1973, época en que ni el medio ambiente ni el ambiente entero se respetaban; ley que fue refrendada por el PP en el año 2015. Por eso la empresa está horadando la montaña 24 horas al día sin importarle emplear diariamente quince mil litros de agua en enfriar la máquina perforadora.

HAY PROBLEMAS más importantes en la ciudad y en el mundo, lo sé, pero hoy me he aplicado el lema ‘piensa global y actúa local’ y solo he querido esbozar dos amenazas por las que Cáceres me duele: la minera y la urbanística.

Afortunadamente hay otro Cáceres: un Cáceres real que va tomando fuerza. Son esas personas a quienes ‘las de toda la vida’ no conocen, como muy acertadamente leí recientemente, y que no por ello dejan de crecer sin tregua. En ese Cáceres, que los de siempre ignoran, hay mucha gente joven, que irá tomando el relevo. Ese otro Cáceres existe y algún día llenará las calles, las plazas y las cumbres, como las está llenando ahora, aunque haya quienes midan el aforo de la Plaza Mayor con distinto rasero cuando es ese Cáceres quien la llena de vida y de color.

He empezado con un tono pesimista, pero a medida que he ido avanzado en este escrito me he ido sintiendo más optimista. Sintiéndome un paso más cerca de la utopía.