Luis Javier de la Cruz lleva en Cáceres algo más de un mes. Durmió tres días en el centro de acogida de Cáritas y ahora "donde me pilla", según explica. Normalmente lo hace en las inmediaciones del parque Calvo Sotelo o el hospital Nuestra Señora de la Montaña. "En los cajeros o portales no me gusta porque a la gente le da miedo; piensan que les vas a hacer algo".

En esta situación lleva unos ocho meses, aunque el tiempo no lo sabe precisar con exactitud. De Navaconcejo fue a Plasencia y de ahí hasta Cáceres.

De la Cruz suele pedir dinero a los viandantes. Explica que para cenar, porque la comida la tiene resuelta en el comedor social de La Milagrosa, y para no robar. También, para una supuesta crema que necesita para una rodilla operada hace unos meses --enseña la cicatriz--. Habla con cariño de su familia y de su hijo de 5 años. "Me gustaría verlos en Navidades, pero no sé si podré", confiesa. Del hombro le cuelga una bolsa en la que transporta casi todo su mundo: algo de ropa, unos cuantos papeles y el vaso de plástico que le sirve de limosnero.