En mi niñez las casas las habitaban personas y animales. Era imprescindible tener un gato y si había gato era señal de que había ratones. Los chiquillos procurábamos tener nuestra granja particular, un grillo, algún pájaro en su jaula e incluso una lagartija en su cajita. Además solía haber algún pollo destinado a la " entomatá" o un conejo esperando ser desnucado. También había animales de temporada. En Pascua no podía faltar el cordero, en Navidad el pavo. El pavo era muy molesto tanto por la suciedad que producía como por los desagradables sonidos que salían de su garganta. Y además tenía mocos.

Ahora los niños no tienen animales, tienen Play y ya no es el pavo quien te avisa de que llega la Navidad sino tu cuñado. "Llegaremos el día 22". Y si el pavo era molesto qué vamos a decir del cuñado. Porque, mientras se bebe tu cerveza y te obliga a sacar un vino de reserva que tienes bien guardado, el cuñado no descansará hasta demostrarte que su hijo es mucho más listo que el tuyo, que su coche es más veloz y que se sabe un chiste buenísimo. Lo del hijo no puedes admitirlo sin más y le lanzas una serie de hechos ingeniosos del tuyo, alguno inventado y la mayoría exagerados pero qué le vamos a hacer, lo del coche no se lo cree ni él pues tu vas mucho más rápido y además sin que te detecte el radar y del chiste- Bueno, no se lo dices por prudencia pero piensas: "Es imposible que este gilipollas sepa un chiste bueno y más imposible aún que lo sepa contar". Pero va y lo cuenta. Y tú te ríes porque te está mirando su hermana, no porque sea su hermana sino porque es tu esposa. Ya has superado lo más molesto, no te desanimes. Has conseguido cenar con los compis del trabajo sin demasiados problemas, has cambiado el regalo del "Gilipollas invisible", has dicho Pamplona con un polvorón en la boca. Animo, que ya solamente te queda hacer el imbécil con un gorrito y un matasuegras en Nochevieja. Y a partir del día seis a sufrir en las colas de las rebajas.