Según dice Pizarro, en nuestra ciudad hay varios edificios de cierta importancia que no están protegidos. De qué o de quién deben protegerse? Si ya lo están de los elementos, del fuego y de los robos, ahora deben protegerse de la especulación. Porque la especulación es una señora que no entiende nada de cultura, ni de historia, ni de arte. La especulación solamente entiende de euros y en su nombre derriba portadas que debieran conservarse, alza tejados que cubren torres, abate edificios que son parte de nuestra vida, llena de cemento parques, riberas y faldas o incluso jerseys de montañas que deberían estar expeditas y corta el paso de calles o avenidas.

Lo malo de esta propuesta de proteger algunos edificios es que en la protección entra uno al que tengo especial aversión. Se trata del edificio que alberga al Banco de España. Y no es que carezca de arte, historia y cultura, que no sé si los tendrá pues procuro no mirarlo cuando paso junto a él, que son muchas veces al día. Porque ese mamotreto es el culpable de que nuestra ciudad no tenga una gran avenida que debería llegar desde la plazuela de Colón hasta las inmediaciones de la rotonda del Quinto Centenario. ¿Imaginan lo que hubiera supuesto esa frustrada avenida en el desarrollo urbanístico de la ciudad? Pero nunca hemos tenido la fortuna de contar con cabezas que previeran el futuro y diseñaran una ciudad ejemplar. O quizás sí. Porque no es que sean tontos precisamente. Lo que ha sucedido es que solamente han pensado en el presente y en el futuro de algunos. Y los que estamos tontos somos los que pensamos en otro tipo de ciudad.