Educar para luchar contra la pobreza. La asociación cacereña Solidaridad con Guinea-Bissau ha conseguido abrir en cinco años ocho escuelas en una zona olvidada del norte de uno de los cinco países más pobres del mundo, según la ONU.

De vocación laica, la ONG está formada por 300 simpatizantes y un centenar de socios que, mediante aportaciones individuales, garantizan un proyecto educativo con dos años de adelanto. La inquietud de constituir la asociación partió de Paco Gil, misionero de la Preciosa Sangre, que recorrió en 1999 el país africano y abrió el camino para la apertura de escuelas en las aldeas.

Desde entonces, Solidaridad con Guinea-Bissau ha conseguido escolarizar a 1.070 niños de entre 5 y 14 años, además de prestarles atención médica. "Muchos tenían que hacer hasta 12 kilómetros para ir a la escuela más cercana", afirma Eduardo Hernández, presidente de la ONG, que destaca la colaboración con otras asociaciones para la gestión educativa. Su objetivo no ofrece dudas: "Fuimos allí porque nadie se iba a acordar de ese rincón del mundo", asegura.