Las altísimas cifras de coste de energía importada, especialmente la primaria, procedente de combustibles fósiles, convierten a la eficiencia energética y a sus efectos sobre la disminución del consumo, en una premisa básica para el futuro de nuestra economía.

Del mismo modo que en Estados Unidos y el continente asiático están apostando por las TIC y la tecnología, Europa puede primar la eficiencia energética en su modelo de desarrollo, sin descuidar otros nichos de negocio como la nanotecnología o la biotecnología, ya que nuestra precedente dependencia del "ladrillo" hace poco probable la prima de estas y otras opciones con rentabilidad en un plazo relativamente corto, al requerir un alto nivel de cualificación y de inversión.

La dependencia del exterior de energía procedente de recursos fósiles, cada vez más limitados, y la situación de países como China o India, que están disparando el consumo, hacen que aquellos que a medio plazo estén menos subordinados a tales recursos, se coloquen en una situación económica prevalente.

¿Qué modelo de desarrollo podríamos tener para España que genere 56.000 millones de euros, coste de las importaciones energéticas en 2011, según la Agencia Tributaria? Esta cantidad supone el 25% del total de nuestras importaciones y es superior al total de la deuda estimada para España por la UE, y también a los 38.000 M º que la ONU estima como necesarios para acabar con el hambre en el mundo.

Y si es tan evidente que la eficiencia energética beneficia directamente a familias y empresas, la pregunta es obligada: ¿Qué razones hay para seguir manteniendo un sistema insostenible que afecta directamente a los ciudadanos? Particularmente en un país que goza de la mayor fuente de energía existente en el planeta, EL SOL.