Desde Energex, en nuestra labor como consultora energética, hemos observado como el término eficiencia energética se ha ido introduciendo en nuestra vida cotidiana, ya sea cuando vamos a comprar un nuevo electrodoméstico, una bombilla o recientemente al comprar o alquilar un inmueble.

En los casos anteriores, nos encontramos con una etiqueta donde se detallan ciertos valores relativos a las emisiones de CO2 y al consumo de energía, así como un código de colores con una letra desde la A (más eficiente) a la G (menos eficiente).

Tantas veces mencionada, la palabra eficiencia entra a formar parte de nuestro vocabulario pero, ¿sabemos qué es la eficiencia energética? Cabe destacar dos enfoques igualmente interesantes pero distintos, la eficiencia energética y el ahorro energético.

Debido a que la energía no es un bien que se utilice por sí solo, sino que consumimos energía para emplearla en algo que nos da un servicio, cuando hablamos de ahorro nos estamos refiriendo a usarla en menor medida para consecuentemente pagar menos por ella. Un ejemplo puede ser ducharse en menos tiempo o con agua más fría, planchar menos la ropa o encender menos tiempo el brasero.

Sin embargo cuando hablamos de eficiencia energética, buscamos una manera distinta de consumir la energía para minimizar el consumo sin dejar de obtener el efecto deseado: si regulamos el termostato del aire acondicionado desde 18ºC a 24ºC, podremos conseguir una situación de confort en la que consumimos menos energía en climatizar. También es posible cocinar apagando el horno minutos antes de terminar, aprovechando el calor residual, o dejar de accionar el acelerador cuando vemos que nos aproximamos a un semáforo en rojo, aprovechando la inercia del vehículo.

Aplicar la eficiencia energética se está convirtiendo en una sana costumbre, y es posible hacerlo en multitud de situaciones de la vida cotidiana, de modo que en nuestros hábitos futuros estará muy presente, para así poder ahorrar en nuestras facturas energéticas.