Los hosteleros de la plaza Mayor, tanto los que pusieron barra en las afueras de sus establecimientos durante el Womad como los que no, coinciden en un mismo asunto: la conglomeración de jóvenes en los soportales el sábado a causa de la lluvia fue el punto negro de la XXV edición del festival. La mayoría de los establecimientos consultados por este diario lamentan que esta "muralla humana" no permitiera al resto del público a entrar o salir de los restaurantes y taperías. "No ha sido un Womad malo, había gente, aunque, con la lluvia, se formó un apelotonamiento que ha influido mucho", se resigna Alfonso Gómez, del Centro de Mayores, abierto para todo el público durante el pasado fin de semana".

En la misma línea se expresa Manuel Rey, que regenta el Restaurante Cáceres, también en la plaza Mayor. "El tapón de dentro de los soportales se notó mucho, porque la cosa estuvo parada varias horas". De hecho, Rey va un paso más allá, ya que también es propietario del restaurante Bos, en la calle Maestro Sánchez Garrido, colindante a la plaza Mayor. "Aquí casi doblamos las previsiones. La gente se sentaba y decía: para qué me voy a ir con la lluvia". Con todo, sí reconoce que el viernes fue un buen día para sus dos negocios. "El viernes estuvo muy bien, casi mejor que el año pasado. Pero el sábado, con el agua y el frío...".

Juan Román, dueño de Los Arcos y Los Portales, uno al lado del otro en la plaza Mayor, también sacó una barra y ve el mismo problema que sus otros compañeros. "Hay mucha gente apelotonada pero de consumo, poco. El agua hizo un tapón, la barra se petó pero la gente no se movía". También afirma que este Womad pasado por agua "ha sido muy malo comparado con otros años, por la lluvia y por el botellón". Incide en esta última idea Víctor Encinal, del Restaurante Cayena. "Se veía menos gente y más botellas que el año pasado. Y a demasiados menores de edad entre ellos", manifiesta. "Lo más conocido de Cáceres es el Womad y no puede perderse por estas cosas", finalizó, aunque admitió que "todavía no he hecho balance".

Rafael Arnaiz, del Mesón San Juan, situado en la plaza del mismo nombre, se muestra decepcionado con el desarrollo del Womad. "Ha sido el peor que yo recuerdo. Se está conviertiendo en un botellón de niños de 15 a 20 años", sostiene, aunque reconoce que se ha trabajado bien. "Yo soy un defensor de este festival a ultranza, aunque podrían mejorarse algunas cosas. Cobrar entrada, por ejemplo, aunque sea un euro", finaliza.