Cáceres tiene tierras fértiles y húmedas capaces de dar productos excepcionales. Bien lo saben Pablo Ramiro y Susana Sancho. Comenzaron a cultivar su huerta junto al arroyo de Valhondo en 2008, primero con otros compañeros y ahora entre ambos. Se trata del proyecto Tapandula. Además de autoabastecerse, permiten a los ciudadanos adquirir su gran variedad de hortalizas y legumbres allí mismo, escogiendo los productos de temporada entre surcos y bancales, o bien a través de la venta on line de la cooperativa ecológica Actyva, en la que se integra el proyecto. Por todo ello, valoran de forma «muy positiva» el futuro food truck.

La vega les permite cultivar muchas variedades en los 1.500 m2 de huerta. «Ahora mismo quedan del verano tomates, pimientos de varios tipos, berenjenas, calabacines, pepinos, melones, sandías, patatas o calabazas. Entrado el otoño comenzará la verdura de hoja: lechuga, rúcula, espinacas, acelgas, escarola... Y más adelante, en noviembre y diciembre, se empezarán a recoger las coles, brócolis, coliflores, lombardas, coles de bruselas o repollos. En primavera seguiremos teniendo cebollas, frescas, calabazas, habas, guisantes, espárragos o fresas, y se preparará el campo para los cultivos de verano. Vuelta a empezar», explica Pablo con todo detalle.

Estos productos también les permiten realizar conservas caseras que ponen a la venta (por ejemplo de tomate frito entero), crear mayonesas vegetales (alioli de calabaza y rúcula, calabacín con aceitunas negras, zanahoria, alcaparras...) y mermeladas con especias (crema de higo con vainilla y jengibre, melocotón, albaricoque, tomate verde, pimiento rojo, pimiento verde...). Pero además, Pablo y Susana tienen panadería, frutales y animales.

Vuelta al producto local

Su proyecto Tapandula hace las delicias de muchas personas. Ya en 2006 comenzaron a proliferar en Cáceres los consumidores de productos locales, ecológicos, a través de los grupos autogestionados. Y es que poco a poco vuelve la agricultura de proximidad, «es la tendencia mundial en los ámbitos urbanos por la necesidad de alimentarse bien, de apoyar la economía local y de reducir el impacto ambiental que tienen nuestros hábitos de consumo (huella de carbono, contaminación...). Con los mercados globalizados, la alimentación empieza a estar peligrosamente concentrada en pocas manos y eso provoca inseguridad», afirma el hortelano.

De hecho, Cáceres podría disponer de muchas más huertas con productos de calidad, «tiene la oportunidad de recuperar el Marco como despensa local, bastaría con aprovechar el terreno disponible a lo largo de los 14 kilómetros del cauce, que puestos en cultivo darían gran capacidad de abastecimiento a la ciudad», indica.

Pero además, el concepto slow food, que acompañará al nuevo food truck, encaja a la perfección en la filosofía de agricultores como Pablo y Susana, que siguen este movimiento desde hace años por responsabilidad social y medioambiental. «Se ha consolidado como una organización sin ánimo de lucro, con sus propios estándares, sus guías y sus formas de hacer», matiza Susana Sancho.