Fue el buque insignia del alcalde José María Saponi, que no pudo inaugurarlo, y casi cuatro años después Carmen Heras tampoco ha logrado abrirlo. El cúmulo de adversidades que ha atravesado la obra del Embarcadero no tiene igual: once demoras en su fecha de finalización, dos serios contratiempos con la cubierta y las excavaciones, problemas de certificación, complicaciones en la financiación, sanciones ministeriales y, por último, la imposibilidad de abrirlo por el retraso en el nuevo y único acceso, que ha vivido su propio periplo. Fue un proyecto estrella que preveía estar en marcha en 2005. Hoy es un proyecto embarazoso que espera hacerlo antes de fin de año.

Así lo ha anunciado a este diario el edil de Innovación y e-Gobierno, Víctor Santiago Tabares. "En dos o tres meses finalizará el acceso, por donde además se canalizan todas las redes (saneamiento, fibra óptica...). Aunque las dificultades técnicas surgen cuando menos lo esperas y no podemos dar una fecha, nuestro compromiso es claro: abrir cuanto antes", afirma. También debe ultimarse la falsa bóveda que se ha añadido a última hora al Embarcadero, ya que han surgido diferencias con la empresa. Tabares, responsable de los proyectos del poblado minero, sigue manteniendo que esta obra "es demasiado grande para un ayuntamiento del tamaño del nuestro".

En realidad se trata de un proyecto muy ambicioso que pretende convertirse en el motor de la recuperación de una zona degradada (el poblado minero) y en el acicate de la integración de Aldea Moret. Ni más ni menos. Fue concebido por el alcalde Saponi como "un Guggenheim", no por su tamaño ni contenido, sino por buscar un efecto similar al que tuvo el gran museo en la ría.

PERFILADO EN 2001 Así se presentó en abril del 2003 a los colectivos de Aldea Moret, aunque el proyecto ya llevaba tres años gestándose, desde que en el 2000 se incluyó entre las inversiones del plan Urban (Europa pagaría el 75% y el ayuntamiento el 25%). En el 2001 fue perfilado por los técnicos municipales y en otoño de 2003 salió a concurso. Seis empresas --entre ellas gigantes como ACS y Entrecanales-- optaron a transformar este almacén de mineral de los años 50 en un espacio de formación, cultura, fomento empresarial, medioambiente y tecnologías para el siglo XXI. Ganó la cacereña Placonsa. Contemplaba una obra de 1 año lista a principios de 2005 con un coste de 4 millones de euros. Finalmente duró 4 años con un gasto de 6 millones.

Placonsa planteó cuatro edificios: la gran nave se dividiría en tres interiores (con 4.856 metro totales construidos), más una torre fotovoltaica. Los muros del cerramiento perimetral se sustituirían por lamas metálicas y vidrio para aportar una gran luminosidad. Concebido por los arquitecto Enrique Sovejano y Fuensanta Nieto, sería un complejo bioclimático, basado en la utilización de recursos naturales, energía solar y fotovoltaica.

Las obras comenzaron en verano de 2004. Para entonces ya se habían retrasado las previsiones de apertura, primero hasta principios de 2006 y después hasta finales de ese año. Pero pronto llegaron los problemas. En enero del 2005 tuvieron que paralizarse los trabajos en el interior al detectarse la pérdida de consistencia de algunos de los hierros que reforzaban la veintena de arcos de la cubierta, el elemento más atractivo. Una empresa especializada determinó en agosto que era subsanable, pero se necesitaron otros 579.532 euros del plan Urban. Ya en febrero del 2006 se constató que no podría inaugurarse hasta febrero del 2007.

OTRO CALVARIO El segundo escollo no se hizo esperar. En 2006 se encontró roca caliza con componentes de hierro en el suelo del Embarcadero, y los trabajos de excavación de 3,45 metros (para ampliar la nave) se ralentizaron en exceso. Las microvoladuras tuvieron que descartarse para no afectar a la estructura. La constructora atrasó la apertura a julio del 2007, una fecha que no gustó al gobierno local al exceder de la legislatura. Pero el problema era aún más grave. En agosto se supo que eran necesarios otros 850.000 euros por el sobrecoste de la excavación, al tener que descartarse los métodos iniciales por otros más lentos y caros, como el cemento expansivo. El ayuntamiento se negó a pagar este reformado, al entender que debía achacarse a un error u omisión en el proyecto.

La obra iba muy retrasada. En otoño de 2006, cuando ya tenía que estar inaugurada, no llegaban al 50% y se habían abonado menos de la mitad de las certificaciones. El ayuntamiento amenazó con sanciones, pero el ritmo se agilizó y la empresa vol-