"La primera vez que gradué a una persona fue en la óptica de mi madre, aprendí a hacerlo mientras la miraba a ella", cuenta Jaime Alvarez Barco, la cuarta generación de ópticos en la ciudad. Y es que la familia Barco lleva más de 80 años tratando los ojos y las miradas de los cacereños, ellos suponen la más fiel representación de la historia de la óptica y la optometría cacereña del último siglo.

Tras el cierre, en julio, de la última óptica Barco, situada en la céntrica calle San Pedro de Alcántara, por la jubilación de su dueña, María Angeles Barco, su hijo, Jaime Alvarez, decidió volverse a la ciudad para continuar la saga. Ha abierto otra óptica hace poco más de una semana en los bajos del edificio Astoria, situado en la misma calle.

Desde su bisabuelo

Ya su bisabuelo vendía gafas en la ciudad, aunque las tiendas no eran específicas, ya que entonces lo que predominaba en la familia eran las joyerías, "aunque intercalaban algo de óptica" explica Jaime Alvarez. "A él le siguieron mi abuelo, una tía de mi madre en Trujillo, mi madre y ahora yo. Ellos fueron los que me lo inculcaron a mí, desde pequeñito tenía claro que lo que quería hacer era esto, porque es lo que he visto de cerca durante toda mi vida", dice. "Aunque soy el único --continúa-- porque mis dos hermanos no han querido nunca", cuenta entre risas.

Su madre, además, fue un punto de referencia para muchas de las mujeres de la época, ya que fue la primera diplomada en Optica de la ciudad y llegó a ejercer de delegada provincial del colegio nacional de ópticos en Cáceres durante casi medio siglo.

En la nueva tienda, Jaime ha querido renovarse. Por eso ha apostado, a parte de por lo comercial, por temas clínicos más específicos: "a partir de ahora llevaremos temas de optometría clínica y optometría pediátrica, que consiste en tratar la evolución del ojo y la función visual durante los primeros años de vida del niño", indica Alvarez.

"Me refugio mucho en mi madre y ella en mí, antes de jubilarse, siempre estábamos hablando de nuestro trabajo y pidiéndonos opinión", dice Jaime Alvarez, al tiempo que reconoce que su oficio es "muy satisfactorio, sobretodo cuando das con la solución a un problema de visión que otros, por otros cauces, no la han conseguido".

"Recuerdo un caso que tuvo mi madre con el que le ayudé mucho: un chico había sufrido un trasplante de córnea y necesitaba una lente específica para poder volver a ver con normalidad, con las lentes tradicionales no podía, así que tras varios estudios, dimos con la solución. Casos como éste son los que te recuerdan cada día que el trabajo es especial y muy gratificante", recuerda Jaime.