Cuando Mateo Corrionero tenía cinco años los padres de un amigo le hiceron un regalo, una caja de zapatos con cinco gusanos de seda. Ahora tiene 17 y la generación de esos gusanos no se ha perdido. Doce años después conserva la tradición y tiene miles de pequeños invertebrados descendientes de aquellos primeros.

El cacereño asegura que con estos animales exploró «otras formas de vida y de desarrollo biológico diferentes a las del ser humano», además de descubrir la naturaleza. Un proceso de metamorfosis que le ha acompañado prácticamente toda su vida y que a día de hoy le sigue interesando. Los cuida para que nazcan año tras año. «Hay que criarlos en un lugar a temperatura ambiente, a veces con la calefacción de los hogares pueden nacer antes de tiempo y no tienen alimentación, ya que las hojas aún no han salido», explica.

Hace tres años tenía miles de gusanos y decidió publicar un aununcio en internet para venderlos. Recogió sus frutos. El año pasado repitió la experiencia, pero pegando carteles por toda la ciudad; este ha vuelto a hacerlo. Cinco euros, 40 gusanos: «Con el dinero salgo a cenar los fines de semana, con los amigos...», confiesa.

Al joven le resulta curioso ver cómo el interés por estos animales continúa presente. Sin embargo, asegura que cada vez es más difícil coger hojas de las moreras porque «las podan de tal manera que quedan muy altas».

Este año se presenta a la EBAU y tendrá que elegir carrera dependiendo de su nota, aunque confiesa que si «le da» estudiará Medicina. Lo que tiene claro Mateo es que continuará con sus gusanos.