El trabajo de detección de fugas exige una dedicación continua por parte de un equipo de Canal de Isabel II, ya que requiere la medición de las tuberías por tramos, y así hasta los 50 kilómetros inspeccionados de momento. En primer lugar los operarios utilizan el denominado correlador, un sistema de gran precisión que consiste en la colocación de dos sensores en los extremos. Este mecanismo es capaz de analizar el sonido interior del conducto y descubrir si se está produciendo alguna anomalía o fuga a lo largo del tramo. Además, también marca la distancia del escape a cada extremo, lo que permite concretar aun más el lugar de la avería.

A continuación los operarios utilizan el geófono, un instrumento que indica con mayor exactitud la ubicación de la anomalía para que su arreglo sea más rápido, fácil y efectivo. Con estos datos, los trabajadores de la brigada de fugas rellenan un parte de trabajo que se cursa directamente al equipo de reparación de averías del Canal de Isabel II, que a su vez se desplaza hasta el lugar con la mayor celeridad que permite el trabajo diario.