Cada vez que accedo en coche a Cáceres tengo la sensación de que me voy a encontrar con un gran cartel, similar a los que recuerdan que la Semana Santa tiene la declaración de Interés Turístico Internacional, en el que se lea: ‘Prohibido la entrada en la ciudad a los menores de 65 años’. Y es que Cáceres se parece cada vez más a un gran geriátrico, en el que, funcionarios al margen, solo hay jubilados y pensionistas. Es un Shangri-La con arrugas.

Por eso noticias como las publicadas esta semana de que empresarios, que también los hay, se reúnen y quieren convertirse en un grupo de presión para dinamizar proyectos es una información que rejuvenece la ciudad porque su sociedad se mueve. Presión, como la que hace tres décadas se hacía por ejemplo desde la Cámara de Comercio, es lo que se necesita para que la ciudad se mueva y no solo reivindicando, sino también aportando.

Se ha reclamado, entre otras muchas y repetidas infraestructuras, el aeródromo. Y esto merece un aparte, ya que hace ochenta años se estaba mejor que ahora en estas dotaciones y porque tras lustros apostando y mareando con La Cervera, su ubicación, en pleno espacio ambientalmente protegido, obligó a descartarlo. En La Cervera se puede volar, pero solo las aves.

Se buscó otro sitio, en las inmediaciones de la conexión de la carretera de Malpartida, cuya calzada en este tramo se tendrá que desdoblar (al menos está en proyecto -otro más-), con la autovía de la Plata, que es también la zona planificada en el plan de urbanismo en vigor desde 2010 para la implantación de empresas e industrias, cuando las haya. Además el oeste del casco urbano es la zona donde menos protección ambiental hay. La mayor parte del término municipal de Cáceres, casi tan grande como toda la provincia de Guipúzcoa, está ocupado por los espacios protegidos de los Llanos y de Sierra de San Pedro.

En los meses anteriores a las pasadas elecciones autonómicas se corrió para dotar a Cáceres de un aeródromo, se voló tanto que la evaluación ambiental fue tan simple que hubo que anular lo hecho y repetirlo. Y ahora, tras tardar dos años en adjudicar solo la redacción de un estudio de impacto ambiental, se está elaborando este documento, que tendrá que confirmar si el espacio elegido sirve realmente o si se repite lo ocurrido con La Cervera.

En ese encuentro también se habló del ferrocarril. AVE, transporte de mercancías y enlace con el resto de capitales extremeñas al margen, lo que necesita esta ciudad es una conexión más rápida con Madrid, punto de entrada de turistas al país. A día de hoy, y a la espera de tiempos mejores, la principal industria de la ciudad es el turismo. Conjuntos monumentales tan extensos y uniformes como el de Cáceres, y en esto no se peca de chovinista, no hay ninguno en España. El turista que entra por Madrid y que se queda menos de dos semanas en el país no vendrá a Cáceres si entre idas, vueltas y averías pierde tres días, tiene otras ofertas más cercanas y con transporte que llega a su hora.