La pandemia se está cebando con buena parte de la economía española. Sus consecuencias alcanzan ya todas las áreas de trabajo, y no deja ningún sector sin tocar. El transporte discrecional no es una excepción.

Manuel Fernández es director de la empresa Autocares Hnos. Fernández SL, también conocida como Norbabus. Tras más de 30 años de experiencia, el tono morado de sus vehículos se ha convertido en un habitual en las calles cacereñas. Sin embargo, su expresión se vuelve preocupada cuando se le pregunta cuál es la situación actual dentro de su esfera de actividad. «El negocio está casi en la ruina», sentencia. «Llevamos soportando gastos desde que empezó todo esto, y en el transporte discrecional la facturación es cero».

En este sentido, se explaya: «Los autobuses son un negocio que implica mucho gasto. Un vehículo vale entre 230.000 y 280.000 euros, depende de los extra. Y eso son vehículos normalitos, que no sean de primer orden. Una letra de un vehículo vienen a ser entre 3.000 y 6.000 euros, depende de lo que financies. La mayoría de las empresas están metidas en un 20 o 30% de autobuses nuevos que tienen que ir pagando y que hay que pagar a final de mes. E ingresos, cero. Se sabe que no vamos a aguantar mucho tiempo». Tras especificar que él solo puede hablar en el contexto de «los transportistas de pequeña o mediana empresa», entre los que se cuenta, concluye al explicar qué es lo que vuelve especialmente desesperada la situación en la que se encuentran: «No sé si van a perder hasta su vivienda, porque la mayoría de ellos tienen avalada la compra con su patrimonio personal».

Explica que «estamos realizando nuestros servicios regulares al 100% desde hace dos meses, pero la ocupación es la misma que cuando lo hacíamos a demanda o al 50%, mientras que los gastos han regresado al 100%». Lamenta que «tampoco tenemos noticias de cómo se van a paliar, porque la promesa es que nos van a compensar por los gastos y el lucro cesante de la actividad, pero todavía no tenemos noticias de nada».

Ante esta situación, solo pueden sentir «incertidumbre», puesto que: «No sabemos lo que va a pasar, si va a haber más rebrotes y van a parar el negocio del todo. De lo que sí que sabemos es del turismo y el transporte, ya que desde el gobierno están aconsejando no utilizar el transporte público». Aclara, del mismo modo, que: «Se puede entender, porque es colectivo, pero tampoco han dado soluciones. Simplemente han aconsejado que no se utilice el transporte público. Y no sé para quién va esa noticia, porque hoy leo la prensa y en Madrid se quejan los usuarios porque el metro va a tope y en los autobuses no se cabe».

MEDIDAS DE SEGURIDAD // Fernández comenta, del mismo modo, la inversión que se ha realizado para asegurar a los viajeros las máximas medidas de seguridad posibles: «No consentimos que nadie vaya sin mascarilla. Los autobuses están todos dotados de gel hidroalcohólico a la entrada. Diariamente, en los casos de vehículos como los de cercanías que están todo el día yendo y viniendo, se limpian hasta dos y tres veces diarias el suelo y superficies de contacto. El conductor utiliza el hidroalcohol cada vez que da billetes o tiene contacto con cualquier elemento, como puede ser el dinero».

Y, más allá de eso, existe una inversión extra: «Sabiendo que aunque no elimina el virus de las superficies de contacto sí lo hace en el ambiente, hemos comprado máquinas de ozono. Las utilizamos dos o tres veces por semana para descontaminar los equipos de aire acondicionado. Cierto es que solo elimina el virus en el ambiente, es decir, lo que son las partículas de suspensión. Pero bueno, nos aseguramos. Y los vehículos se airean y ventilan lo suficiente tras usarla para que no afecte a nadie. También, aunque la lejía valía, hemos comprado biocidas específicos para suelos y demás».

Fernández concluye: «No hemos escatimado a la hora de poner medios de descontaminación. Ya se haya aconsejado o no, en el momento en el que hemos tenido noticia de que es beneficioso y no perjudicial, hemos invertido en ello», con lo que considera que «nosotros no podemos hacer nada más».

Pese a ello, el miedo es libre, y sus ingresos han descendido de forma drástica en comparación a los meses estivales de años anteriores. «Nuestra actividad discrecional era el 90%», explica Fernández, «y este año nada. Ha desaparecido. Ni un servicio». Ejemplifica lo difícil de la situación cuando dice: «Este fin de semana pasado teníamos cinco bodas, que son como catorce autobuses, y ahora ninguna».

Como soluciones a esta situación piden, entre otros, que la moratoria de sus préstamos leasing pudiera ser pagada los últimos seis meses de la vida del crédito, en lugar de los primeros. Del mismo modo, solicitan más flexibilidad en las condiciones de los ERTEs. «Porque si necesito un conductor durante un par de horas a la semana», dice Fernández, «no tiene sentido que tenga de darle de alta al 30%, cuando económicamente vamos como vamos».

Fernández lamenta la poca importancia concedida a nivel general a su sector. «Nos hemos manifestado ya dos o tres veces, pero el gobierno como si no existiéramos. Habla del turismo, de los hoteles, los bares… parece ser que la actividad principal de España son los bares», medio bromea, con una sonrisa amarga. «El autobús es la tercera pata del turismo, importantísima, porque todo usuario de avión utiliza el autobús para ir al hotel, las excursiones, los congresos… todo. Y sin embargo, está parado al cien por cien, y no se habla de ello».

En este contexto, pequeñas y medianas empresas del sector han creado una nueva asociación bajo el nombre de ‘Direbus’. «Tenemos un grupo en Telegram en el que hay unas 1.700 empresas», asevera Fernández, «y en la propia asociación somos unas 500. Las otras se lo están pensando. Si no se han metido es porque hay que dotarla económicamente, y ha sido por no pagar los 30 euros mensuales. No saben lo que va a pasar. Participan de nuestras inquietudes y nos respaldan, pero claro, dicen ‘¿cómo me meto en otros 300 euros este año, si yo no sé si voy a seguir?’».

Admite que le preocupa la falta de ánimo que algunos de sus compañeros empiezan a mostrar: «Nos estamos dando cuenta de que hay gente que está superada mentalmente, gente que está desesperada, que no ve solución... Porque ven que no la hay: nos hemos manifestado, hemos hecho cosas, y nadie habla del transporte. Como si fuera un sector apestado o hiciéramos algo mal, cuando realmente son empresas pequeñas que no tienen capacidad para nada más, y lo único que han hecho ha sido lo que han podido: trabajar».

Hace hincapié en que resulta «preocupante porque estamos hablando de una depresión del sector. El transportista se ha preciado siempre de tener una moral de caballo. Si le han ido las cosas mal pues ha trabajado más, y ha seguido, ha seguido y ha sacado las cosas adelante. Pero que no tengan ahora ni la moral para participar de nuestras inquietudes...», niega con la cabeza antes de reiterar: «Desde luego, es preocupante».

«Aún no sabemos nada sobre el inicio de las clases»

La tan llamada ‘vuelta al cole’ se establece también como una incógnita para los transportistas, cuyos servicios en este área llevan meses congelados.

En este sentido, Manuel Fernández, director de la empresa Norbabus, relata que «trabajamos hasta marzo, y nos suspendieron los contratos aproximadamente sobre el mes de abril». La problemática se hace obvia cuando añade: «Algunas empresas tenemos pendientes facturas de enero. Hay otros a los que les deben marzo, abril...». Fernández continúa: «supuestamente, y según la normativa europea, también está el tema de la suspensión de contratos. Es decir, tienen que pagarnos, excluyendo los gastos. Porque es cierto que no hemos gastado gasolina, y solo hemos pagado un porcentaje a la Seguridad Social por los conductores en ERTE». Pese a ello, viven en la incertidumbre: «No sabemos cómo, ni cuándo. De hecho, no sabemos nada de nada. Les reclamamos el pago de las facturas y no dicen nada. Educación no da información oficial de ningún tipo».

Fernández añade que ese dinero «ya estaba presupuestado, ya estaba consignado con números y ya tenía hasta tesorería. ¿Por qué no me lo han pagado, qué están haciendo los funcionarios?».

«No sabemos cómo va a ser el curso», anuncia Fernández, antes de apuntillar: «y eso que estamos a veinte días». La situación les presenta problemas por la necesidad de conocer «si se van a realizar rutas, si no, en qué condiciones... tenemos también que prever vehículos y conductores, porque la mayoría están en ERTE. Y bueno, información cero. No sabemos si hay gobierno o no hay gobierno, como quien dice».

A este hecho se le suma otro problema, y es que «una ruta de transporte escolar no sirve para subsistir». Fernández explica que, por su naturaleza, al realizar estos trayectos «te pagan poco, claro, porque son una o dos horas de trabajo. ¿Y cómo lo hemos venido haciendo? Pues lo hemos compaginado, o buscado sinergias... Por ejemplo, a las doce llevo un grupo, por la tarde hago otro servicio, el fin de semana una boda y una excursión a la playa...», pero concluye lamentando que «discreción está muerto, así que solo va a quedar el escolar». Ni siquiera le hace falta pausar antes de echar unas cuentas rápidas: «Eso son máximo entre 2.500 o 3.000 euros un autobús grande. Con el gasoil, la nómina del conductor, la Seguridad Social… ¿Dónde está el beneficio neutral, la amortización? Y eso por no hablar de las averías, el desgaste… No da», concluye, «Y ni siquiera sabemos en qué condiciones va a haber escolar, ni cuántos alumnos, ni si va a durar o no va a durar».

Razona que el problema no es la falta de soluciones por parte de la administración, sino el silencio: «Podían ser objetivos. Si no saben, decir ‘oye, no sabemos, pero estamos dándole vueltas para ver cómo lo planteamos’. No decir nada crea muchísima incertidumbre».